Cultura razonada desde una plaza de León

Poner voz a los mensajes que llevan consigo determinadas manchas y garabatos

Gregorio Fernández Castañón
01/08/2022
 Actualizado a 01/08/2022
Plaza del Caño de Santa Ana | G.Fdez Castañón
Plaza del Caño de Santa Ana | G.Fdez Castañón
Esta fotografía tiene algo, un no sé qué, que me cautiva. Sencilla, pero con suficiente fuerza visual, posee una amalgama de colores que le otorga un atractivo especial. Un cierto sentido estético, diría yo, indistintamente de lo que se ve en ella. La nieve, por supuesto y sin duda alguna, resulta imprescindible para crear la atmósfera adecuada en el espectador que se detenga en su contemplación. Un milagro pasajero y oportuno para que se contagie de una inmensa soledad y de tranquilizadora quietud. Y respirando el silencio, es posible que –así lo pienso– más de uno se detenga, también, en poner voz a los mensajes que llevan consigo determinadas manchas y garabatos.

Para ubicarnos, tengo que decir que la fotografía fue realizada en la Plaza del Caño de Santa Ana, en León, en febrero de 2018. Y los prolegómenos de lo que ocurrió antes de que yo, aprovechando la nieve casi primaveral, me decidiera a congelar el momento, fueron estos: a la luz de la luna, alguien, justo en ese armario de plástico, pintó la bandera republicana. Días más tarde, otra persona intentó –pienso yo– «reparar tan grave ofensa» pintando encima de ella una cruz esvástica, y llegó un tercero, para rematar la faena, con ganas de esconder, con más rayas negras, dicha cruz y aprovechar el espacio superior para, a modo de firma, dejar constancia de la famosa A (de ‘Anarquía’). Por supuesto que hubo más intervinientes en rematar “el cuadro”, como aquel que colocó encima un cartel y que otra persona horas después arrancó, dejando los restos del pegamento y del papel como diminutas estrellas con personalidad propia. Todo ‘un lujo de detalles’ pictóricos que, los unos y los otros y los de más allá, dejaron a merced de las mordidas del tiempo.

Cuatro años más tarde, todavía ‘de aquella guerra’ vandálica nos quedan suficientes restos para que, a falta de la limpieza oportuna por el Ayuntamiento bajo el mandato de dos alcaldes de distinto color político, me haya vuelto a surgir la necesidad de volver a apretar el botón de mi cámara fotográfica y, de esa forma tan sencilla, me haya inspirado para que brille y triunfe, mínimamente, la cultura. Y que nadie se ofenda. Veamos:


BANDERA REPUBLICANA

La bandera tricolor (amarillo, rojo y morado) que aquí se representa corresponde a la segunda república española. Bandera nacional de España, durante los años 1931 y 1939, alternativa a la bandera rojigualda (amarillo, rojo y amarillo) que ondeaba en los balcones oficiales desde 1875. La sustitución del color del tercer paño (del amarillo al morado) se hizo por el cambio de sistema de gobierno, reconociendo, así, al pueblo de Castilla (simbolizado con el color morado) como parte fundamental del nuevo estado. Pero… ¡ojo!, porque este color se asemeja, y mucho, al color púrpura o carmesí que, en heráldica, se utilizó también, no hay que olvidarlo, en el Reino de León. Quiere ello decir que van de la mano en muchas ocasiones, echando la culpa al envejecimiento de los paños, deslucidos por el sol. De hecho, bien se sabe, el color del león del escudo del Reino de León es… Sobran las palabras.

CRUZ ESVÁSTICA


Creo estar en lo cierto de que son muy pocas las personas que conocen realmente lo que significaba (y lo sigue haciendo) este símbolo antes de que Adolf Hitler lo usara en la Segunda Guerra Mundial para promocionar y presentar su propia ideología.
‘Esvástica’ proviene de la palabra ‘suasti’, de un idioma antiquísimo de la India que significaba «bienestar» o, también, «buena fortuna». El símbolo de esta cruz posee muchos significados, asociados en su mayoría a la buena suerte. Aparentemente se utilizó por primera vez en la Eurasia del Neolítico (entre el 6000 a.C. y el 4000 a.C.) para representar el desplazamiento del sol en el cielo y, después, fue usado por un sinfín de culturas orientales como símbolo sagrado. Pues eso que, gracias a la cultura se conoce (y que se reconozca de una vez por todas) la bondad de este símbolo para que se desvincule, al mismo tiempo, de la destrucción y del odio que algún ‘iluminado’ utilizó, de forma indebida, para representar su nefasta causa.

ANARQUÍA

a palabra ‘anarquía’ deriva del griego ‘ἀναρχία’, cuyo prefijo (que significa «no» o «sin») y raíz («origen, principio, poder o mandato») se complementan a la perfección. En nuestro diccionario, ‘anarquía’ dispone de dos acepciones: «1. Ausencia total de estructura gubernamental en un Estado. 2º. Anarquismo (doctrina política)».

En la antigua Grecia –según Homero y Heródoto–, anarquía significaba que un grupo armado (ejército) se encontraba sin jefatura. Nada especialmente grave. Por su parte, los filósofos Sócrates y Platón utilizaron este término para asociarlo a una forma corrupta de –¡atención!– régimen democrático. Y, para no alargar en exceso este artículo, para el escritor alemán Kar Wenzeslaus Rodecker, anarquía era «una forma específica de relacionamiento entre los hombres después de haber hecho un pacto cívico de asociación, pero con exclusión de cualquier clase de servilismo o explotación; así, se obtenía el beneficio de la plena libertad y del reconocimiento mutuo, sin violencia social, y únicamente por la fuerza de la decisión unánime de reconocerse como iguales».

Volviendo a la fotografía que os presento, y conocido el significado cultural de una bandera, una cruz y de la ‘A’ de anarquía, ¿qué queréis que os diga? A mí, la verdad, lo que me molesta realmente es la utilización del mobiliario público y de las paredes públicas y privadas para dejar la ‘suciedad mental’ de todos aquellos que se manifiestan con un espray con la idea de dañar, tal vez, la ideología o la tranquilidad de otras personas. ¡Qué dolor!

Qué dolor parece tener la imagen (al fondo) –totalmente limpia de toda sospecha– que un buen artista (Arte84) plasmó en aquella pared, titulándola ‘El grito’. ¿Veis la diferencia? Duele, eso sí, que te maltraten pintando un diente de color amarillo y que, casi, casi te obliguen a tragar una enorme pastilla de ‘dirección prohibida’ en ayunas. Da igual porque, tras la oportuna ducha cultural, solo se ofenden aquellos que, esclavos, sin saberlo, de su destino, incluso de su incultura, solo viven atrapados por los dictados que manchan y gobiernan los poros de su propia piel o condición.
La cultura, para que nos entendamos, es una buena herramienta para alcanzar la plena libertad.
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