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Cuervos contra visitantes

04/03/2022
 Actualizado a 04/03/2022
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«La cualidad escultórica del sonido», dice Janet Cardiff. Visito su monumental instalación sonora ‘The murder of crows’ (la bandada de cuervos) en Matadero, Madrid. Una nave en penumbra, en el centro un gramófono iluminado, a mi alrededor decenas de altavoces. Cierras los ojos y te dejas llevar por su voz, suave y quejumbrosa, y después, cosas que chocan entre sí, el ruido de las tropas de los soldados rusos al marchar y sus voces cantando un himno (muy a propósito del momento), música, el graznido de los cuervos. Media hora de inmersión en un sonido que recorre la nave de un lado a otro, una película sonora. Se me erizan los pelos de la nuca.

Esta es una de las obras estrella que se presentaron en la pasada semana de ARCO en Madrid. Pero hay otra, también relacionada con el sonido, aún más emocionante. Esta vez en el Museo Thyssen-Bornemisza. Una video instalación, ‘The Visitors’. Entras en una sala oscura y en nueve pantallas transcurre un concierto. Están en una antigua mansión victoriana de la familia Astor en EE UU. La calidad visual es perfecta, se perciben hasta los desconchones en las paredes; la cualidad sonora es apabullante, alguien enciende un cigarro y se escucha el crepitar del humo. En cada pantalla se ve una habitación y un músico, cada músico toca un instrumento distinto y canta, hay un piano, un acordeón, un hombre que rasguea la guitarra sumergido en una bañera. Las voces y las imágenes se superponen hasta que te dejan sin aliento. El músico de la bañera es el artista islandés Ragnar Kjantarsson. Ragnar es amigo de Janet. Da la casualidad de que ambas piezas están en Madrid porque las ha traído la fundación TBA21. Da la casualidad de que ambas piezas juegan con el sonido. Da la casualidad de que estoy escribiendo una novela en la que el sonido es esencial. La música del azar, como diría Paul Auster. Quizá.

Y vuelvo a «la cualidad escultórica del sonido» de Janet. No puedo estar más de acuerdo con esa frase. La percepción de una escultura varía en función del ángulo desde el que la miremos. La percepción del sonido en función del ángulo desde el que nos llegue. Creo que no valoramos suficientemente el sonido. Vivimos en un mundo de sonidos. Y necesitamos también un mundo de silencio. Para valorar el sonido hay que tener silencio. Creo que necesitamos más silencio en nuestras vidas. Apagar las pantallas y escuchar. Salir al campo y escuchar. Respirar y escuchar. Por eso de todo lo que ha sucedido en ARCO, que es mucho, muchísimo, porque el mundo del arte despertó después de dos años de letargo pandémico, me quedo con el sonido de Janet y de Ragnar, y con su silencio.
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