Cuentos de la 'nueva normalidad': Luna nueva

Uno de los cuentos que formarán parte del libro ‘Cuentos de la nueva normalidad’ que aparecerá este otoño publicado por Marciano Sonoro Ediciones

Bruno Marcos
16/07/2020
 Actualizado a 16/07/2020
MARIO PAZ
MARIO PAZ
Se habían encendido las flores de los árboles con la llegada de la primavera que nadie había visto. Corrí por el jardín solitario escuchando mis pisadas como si fueran las primeras de un nuevo tiempo extraño en el que el canto de los pájaros, el sonido de la brisa o el fluir del agua de las fuentes llenaban el vacío de una ciudad muda.

Estabas al otro lado del río. Te sabía allí día tras día, encerrada en tu piso como todos. Pensaba en tus pies caminando unos pocos metros, pisando el plano geométrico de tu casa una vez tras otra. Recreaba en mi imaginación las superficies que tus ojos recorrerían mirándolas, el breve mundo posible por el que pasarían tus dos luceros confinados, las paredes sobre las que se reflejaría tu cara de plata como en espejos sin azogue.

No era la hora permitida pero era la hora de ir a buscarte a través de la soledad de una ciudad que parecía el cadáver intacto de la que fue. Las fachadas inmóviles a punto de temblar como una piel pétrea que se iba a quebrar. En los portales se movían sombras, figuras fantasmales que chocaban una y otra vez obstinadamente contra los cristales de las puertas, eran la memoria transubstanciada en algo espectral que se materializaba en huecos en la luz, los que no llegaron a entrar en la nueva normalidad queriendo volver desde la nada a sus hogares sin lograrlo.

Saliste a la ventana sin que te llamara. Bajaste a la calle inmediatamente sin reparar en que no se podía. Era la hora de los aplausos, cuando la gente se asomaba a los balcones para agradecer la labor de los sanitarios. Corrimos de la mano a lo largo de las avenidas sonriendo sin saber por qué, avanzando sin saber a dónde. Nos aplaudían a nosotros también desde los balcones. Éramos jóvenes y corríamos, éramos jóvenes y avanzábamos hacia no sé sabía qué lugar, éramos jóvenes y nos amábamos para siempre aunque no supiésemos hasta cuándo.

Entonces, no sé en qué momento, los aplausos comenzaron a mezclarse con gritos que parecían los ladridos de una jauría de perros tras una presa. No se entendía lo que decían esas voces, sólo palabras sueltas, insultos y, luego, ya no había aplausos, sólo gritos, voces, perros… Entramos por la primera puerta que encontramos abierta y subimos por las escaleras hasta arriba, abrazados, perdiendo aliento a cada piso que ascendíamos. Por un lucernario roto accedimos a la azotea. El sol ya había descendido hasta desaparecer bajo la línea del horizonte pero aún iluminaba desde abajo una enorme masa de nubes que había vuelto gris el día entero. El techo del cielo estaba anaranjado y nos bañaba un calor hecho de luz. Nos tumbamos bocarriba y el sonido de las sirenas de las ambulancias, los aplausos, los ladridos y los gritos se apagaron como si se fueran a la lejanía.

Anocheció sin darnos cuenta y se abrió un hueco en las nubes que dejó ver la luna.

– ¿Crees que esto cambiará?
– ¿Nuestra vida o la luna?
– Nuestra vida y la luna.
– La luna siempre será igual.
– Parece nueva, como si fuera otra.
– La luna nueva no se ve. Es la luna negra, pasa cuando está alineada con el sol y la tierra, entre ambos.
– Entonces sólo se ve su espalda oscura.
– Sí, se ve su lado de sombra, que no se ve.
– Por lo tanto, esta de hoy es la luna vieja.
– Sí.
– Qué extraño, todas las cosas parecen muertas ahora sin gente, pero están como siempre. Es como si se les hubiera ido un poco el alma y fueran cada vez sólo más materia.
– A mí, a veces, me da la sensación de que lo que no tiene futuro existiese más, de que ahora, al estar todo en peligro, estuviera más presente, más vivo.
– ¿Nosotros?
– Nosotros.
– Algo que mañana no va estar brilla hoy más.
– Se salva de que el paso del tiempo lo deteriore.
– Sí, es cierto, es como si algo que brilla y enseguida muere perdurara mejor de algún modo desapareciendo.
– Como si no realizarse lo guardase para siempre con la belleza de una promesa.
– Como un amor que queda truncado y así no se corrompe.
– Como un amor.
– En el lado oscuro de la luna.
– De la luna nueva.
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