"Cuelgo, que es conferencia"

Alumbraron, tal vez por ello la vela, los grandes avances de tiempos cercanos, marcaron la modernidad, el salto del aislamiento a la cercanía, rompieron los tiempos de espera que marcaba la mirada por la ventana para ver si el cartero traía noticias de los que no estaban o estaban lejos o nada sabíamos de ellos.

Unos fueron centralita, la única posibilidad de poder llamar dándole el número a la operadora y comenzando la conversación con un aviso: «Te cuento rápido, que es conferencia y me va a costar un ojo de la cara».

Heredó el puesto el teléfono público, ya en el pasillo de una casa para la gente del común, los de a pie, a los que avisaba algún rapaz de la casa para que estuviera prevenido: «Que dice mi madre que estés allí a las cinco que te llama tu hija la que está en Bilbao. Que estés en punto que estos días llama mucha gente».

Llegó después, prodigio de la técnica, ‘el automático’. Marcabas los números —con sus prefijos— en la rosca del aparato y al otro lado sonaba de manera milagrosala voz del hijo que se había ido a buscar la vida, de la secretaria del médico de pago que te daba cita sin tener que ir a pedirla...

Hoy los chavales miran a estas reliquias arrumbadas en el rincón del olvido y no entienden nada, miran a los números antes de observar la pantalla de su móvil y caen en la cuenta de que con su moderno iphone también se puede llamar por teléfono. Y no es conferencia aunque sea a Alemania.