Cuatro días en la fosa de las flores

Canseco cerró esta semana una trágica historia que comenzó el 14 de octubre de 1937. Tres milicianos fusilados, parece que altos mandos, fueron enterrados en una esquina del cementerio. Durante muchos años allí aparecieron flores, esta semana fueron exhumados y la ARMH dejó allí un ramo de flores

Fulgencio Fernández
24/06/2018
 Actualizado a 12/09/2019
El equipo de trabajo de la ARMH coloca unas flores al final de la exhumación y Tomás Fernández, cuya familia pidió que se abriera la fosa. | MAURICIO PEÑA
El equipo de trabajo de la ARMH coloca unas flores al final de la exhumación y Tomás Fernández, cuya familia pidió que se abriera la fosa. | MAURICIO PEÑA
"Vamos a colocar un ramos de flores silvestres, de las que hay en el mismo cementerio", decía Marco González, para cerrar los trabajos de exhumación de tres nuevos fusilados. Colocaron el ramo de flores rojas, amarillas y moradas (no repararon en ello) en el mismo rincón del cementerio de Canseco donde un anónimo ramo de flores hizo recordar durante años a los vecinos una vieja historia trasmitida de boca en boca: La fosa de los tres de Canseco.

Una historia que va perdiendo detalles con el paso del tiempo. Javier Morán, el actual pedáneo, cuenta que «sabemos lo que se contaba, yo nací treinta años después, que había tres fusilados y que les ponían flores en la esquina, al lado del osario, una familia que era de la zona de Gordón». Incluso recuerdan los más ancianos una placa con los nombres, desaparecida.

La historia es una más de los cadáveres olvidados en tantas ‘cunetas’, aunque en esta ocasión no era cuneta sino un rincón del cementerio, «seguramente porque se trataba de mandos, ya que han aparecido galones que así lo confirman», reflexionaba Marco González, coordinador del grupo de trabajo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) que ha realizado las exhumaciones. «Ya llevamos más de 150 intervenciones en la provincia de León y hemos recuperado más de 200 víctimas, y tenemos más de 500 peticiones en lista de espera».

Las flores han sido algo más que un símbolo en esta historia, tanto que seguramente será recordada como la ‘fosa de las flores’. «Ya hace años que un hijo de Tomás Fernández, asturiano de Ciaño, se puso en contacto con nosotros. Tomás, como su padre, tenía meses cuando falleció su padre, que primero fue voluntario al frente y después requerido. «Había podido seguir los pasos de su padre antes de fallecer por las cartas que le enviaba desde Villanueva de Pontedo (muy cerca de Canseco) desde el frente» y en las que, entre otras cosas, le confesaba: «Aquí donde estoy hace mucho frío». Estaba fechada el 6 de octubre de 1937, un mes antes de fallecer. Tomás hijo llegó a la conclusión de que estaba en Canseco. «Sólo quiero llevarlo junto a mi madre», decía este hombre que el día que acudió a Canseco no quiso ver los esqueletos, visiblemente emocionado y agradecido.La ARMH se puso en marcha y al pedir los permisos la Junta Vecinal les informó de que alguien colocaba flores, que no sabían si a esa gente les gustaría que se excavara o no, si darían permiso pues tienen allí un familiar. Y esperaron varios años, pusieron notas en prensa, ya tenían todos los permisos... y el día 18, bien temprano, desembarcó en el cementerio de Canseco un amplio equipo de trabajo coordinado por Marco González, con la arqueóloga Arantza Margolles, la técnico en arqueología Nuria Maqueda y los auxiliares en arqueología Juan Carlos García Barredo, María Teresa Rivas, Amadeo Gutiérrez, David Fernández, Maximino Baragaño y Anibal Arroyo; la historiadora Ana Cristina Rodríguez Guerra; David Ramírez para la detección de metales; el documentalista Carlos Morla e Ilhia Rey para la logística y el transporte; al margen de tirar todos ellos de pico y pala, como bien documenta Óscar Rodríguez Alonso. Un primer problema. Las documentación que maneja la ARMH, de René Pacheco y los propios familiares, les lleva a cuatro posibles cadáveres en «la fosa de los tres». Uno de ellos no estará. Son ‘los posibles’ el ya citado Tomás Fernández, nacido en 1906, casado, padre de tres hijos. «A modo de curiosidad, en la misma acta, sitúa la inhumación de su cuerpo en San Andrés de Linares; su familia lo niega rotundamente ».Antonio Flórez González, de Peredilla de Gordón (1905).Según el acta de defunción de 1979, su viuda data su muerte el 15 de octubre de 1937 y la inhumación de su cuerpo en Canseco.Pedro Antonio Gutiérrez Rodríguez,de Llombera de Gordón (1915). Tenía 22 años y su familia es la que llevaba las flores a su tumba. Y Bienvenido Camporro Rodríguez, asturiano de Riaño (1908), estaba casado y residía en Pueblo de Ablaña (Mieres). Murió en acto de combate en Canseco a los 28 años, según su familia el 2 de octubre de 1937. Esta fecha de su muerte le separa «un poco» de los otros tres, fallecidos los días 14, 15 y 16 de octubre.Pero en los mismos días de las excavaciones resulta que descubren que las flores anónimas no eran para ninguno de estos cuatro, sino para Leonardo González Arias, de Cabornera y con domicilio en Los Barrios de Gordón, cuya familia aporta su acta de defunción del Registro Civil de Pola de Gordón, en la que además de desvelar que estaba casado, era padre de cuatro hijos y falleció por «motivo a hechos del Glorioso Alzamiento Nacional (sic)», el 14 de octubre de 1937 en Canseco. René Pacheco explica esta circunstancia: «Esta zona fue uno de los frentes de guerra más activos del norte de León, habrá otras fosas comunes en el término municipal, pero estas víctimas son soldados que cayeron en el frente y que, por lo tanto, se desconocen sus nombres e incluso su ubicación exacta. En el caso de dos de las víctimassabemos que existe una gran probabilidad de que estén enterradas en el interior del cementerio. Lo dilucidará el departamento de Antropología de la Universidad de León, que es la que ha recibido los restos para su estudio.

Por las excavaciones pasaron algunos familiares. Tomás Fernández, muy emocionado, quiso agradecer su trabajo a la ARMH, no ‘tuvo valor’ para ver los esqueletos y señaló que sólo quería «llevar a mi padre junto a mi madre». Luis, nieto de Antonio Flórez, llegó y observaba sin decir nada hasta que hablaron ‘del de Peredilla’ y musitó: «Es mi abuelo». Se puso a disposición de ellos para posibles análisis, confesó que sabía que estaba en Canseco y «la primera vez que vine a este pueblo al llegar se me pusieron los pelos de punta. Mi madre está mal y nos encantaría poder recuperar el cadáver del abuelo». Nada más. Nadie pronunció una palabra de ira, de rencor...

Mientras la ARMH trabaja, ¿qué ocurre en este pueblo leonés deapenas 10 habitantes en invierno?. Casi todos pasaron por el cementerio, vieron los trabajos y era el comentario en las reuniones en la plaza. Algunos reflexionan aquello habitual de «después de ochenta años, que los dejen en paz».

Pero resulta que una de ellas, Teresa, también tiene a su padre en otra cuneta, en Asturias, más o menos saben el lugar pero poco más... Prefiere no entrar en la discusión pero repite aquello que ya le había escuchado decir cuando se comentaba aquello de que les ponían flores en ‘la fosa de los tres’: «Ya me gustaría a mí saber dónde le llevo flores a mi padre». Y ya si se las pudiera poner en el cementerio de Canseco...

La ARMH finaliza sus trabajos. Reponen el terreno. Colocan el último ramo en la fosa de las flores... y se van amenazados por una niebla que baja a gran velocidad.

- ¿Otra fosa más?
- Nunca es una fosa, son historias con nombres y apellidos; musita Marco.
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