Imagen Juan María García Campal

Cristos. Mis cristos

07/09/2022
 Actualizado a 07/09/2022
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Aun siendo agnóstico, este miércoles, 7 de septiembre, en que muchas son las localidades que, en su tradición cristiana, bajo diversa advocación celebran a Cristo con ritos –desde el repique de campanas a misas solemnes– y lúdicos festejos laicos, les escribiré de mis cristos.

Obviamente, no me refiero a mis ‘líos o alborotos’, que ni fueron tantos ni de interés, sino a las ‘representaciones del Cristo’, Jesús, de ahí la minúscula en su plural, que me han acompañado a lo largo de años.

Dos son los más íntimos y aun cuando aún no me trato con él, coincido últimamente en claustro abierto al gozo artístico con un tercero férrico y, sospecho, epóxido que, así cómo que supiese de mi progresiva oxidación articular y me insinuase resistencias a ella, ya más de una vez me ha ojeado en mis cavilaciones sobre las suertes y en rendiciones de gratitud a la vida.

Desde 1990, los últimos veintisiete años de mi quehacer profesional, tuve como asilado político –lo agnóstico no priva de lo humano– uno, precioso, en pintura obra de Luis López Casado, nuestro Monseñor, al que encontré en pasillesco destierro institucional. No sé por qué, yo siempre lo llamé Pachín y él siempre me trató de Campal. Y recuerdo especialmente, amén de nuestros vespertinos vis a vis, sus «frena Campal» ante mis temperamentales vendavales (perdón compañeros), sus aumentativos a -ón cuando le desoía y sus «¡ay!» seguidos de diminutivo en -ín en tiempos de superior incomprensión y, sobremanera, de recortes presupuestarios que ambos sabíamos precarización, cuando no pérdida, de empleos en contratos de servicios.

El que desde siempre, salvo unos pocos años, me acompaña es el que, aun hoy ya desprovisto de cruz por natural ‘malhacer’ de la carcoma y algo maltrecho por caída, desde encima de la puerta al taller de mis aprendizajes –en el que ahora escribo– supervisa mis libros –verdad que nunca con índice expurgatorio–, lecturasy escrituras y al que miro cada vez que me enriquezco de algo en aquellas o meto y hallo un gazapo en estas. Es el que más sabe de mis omisiones, actos e íntimas cavilaciones –bien de júbilo, bien de tribulanza– y, cuando en estas le doy chance y mantenemos un cara a cara, se toma la libertad de disminuirme el Juan hasta el -ín y yo a él, entonces, lo provoco llamándole Atleta, por su aguante postural, no vaya a ser que se crezca, se me endiose y dé el diálogo, concedido, por legítimo derecho.

¡Ay qué agnosticismo más agnóstico el mío! Poliédrico, ya lo dije.

Buena semana hagamos y tengamos. ¡Salud, versos y párrafos!
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