21/09/2021
 Actualizado a 21/09/2021
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Un día un señor me dijo que él no era creyente. Y yo le dije: «Eso no es posible. Siempre se cree en algo. Al menos seguro que crees en ti. Y si crees en ti quiere decir que te crees más que Dios, pues tu sí existes y en cambio estás convencido de que Dios no existe». Según la última encuesta del CIS casi un 40% de españoles se declara ateo o agnóstico. Eso no significa ningún triunfo, como no lo es el que haya un tanto por ciento muy elevado de paro juvenil o de violencia familiar o que aumente la delincuencia. Prueba de ello es que en esa misma encuesta se dice que el mayor porcentaje de gente que se considera feliz está entre los católicos practicantes y el de los menos felices entre los no creyentes.

Cuentan de Unamuno, que era una persona muy crítica, pero muy preocupada e inquieta por el tema religioso, que un día, mientras iba a Salamanca en el tren, una jovencita le preguntó: «¿Es verdad que usted no cree en Dios?». A lo que el sabio profesor respondió: «Dígame usted primero qué se entiende por creer, por existir y qué se entiende por Dios». A veces se tiene una idea tan rara de Dios que no es de extrañar que no se crea en Él. De ahí que parece bastante acertada la respuesta que dio un cura a un novio de que decía no ser creyente: «Dios es lo más parecido a tu novia». A lo que respondió: «Entonces ese Dios me interesa». Y que conste que esto no es ninguna barbaridad. Lo dice la Biblia: «La alegría que encuentra el esposo con su esposa la encontrará tu Dios contigo».

En realidad, como dice Benedicto XVI, el problema de la creencia en Dios es ante todo un problema de razón, pero sucede que hoy la razón está en crisis. Por algo la Iglesia en la formación de los futuros curas les mete primero tres o cuatro años de filosofía. Y después viene la teología. Con bastante frecuencia la increencia es fruto de una frustración o de una rabieta. Parece que negando a Dios uno se autoafirma y elimina sus complejos. La rabieta puede venir de un enfado con Dios porque te ocurrió una desgracia o por lo mal que te trataron en un colegio de curas o has tenido un encontronazo con el cura de tu parroquia.

No faltan quienes dicen que la ciencia se opone a la fe y te saltan con la teoría del Big Ban. Y cuando les preguntas quién formuló esta teoría ignoran que fue un cura muy piadoso y creyente llamado Georges Lemâitre, profesor de matemáticas en la universidad de Lovaina. En fin… Ojalá muchos de los vacilantes pudieran decir como Unamuno: «Ante todo, quiero que Dios exista».
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