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Covid, empresa y administración

29/10/2020
 Actualizado a 29/10/2020
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La pandemia Covid 19 transforma el aparato productivo aceleradamente. Las empresas que estaban en peligro por inviabilidad, desaparecerán; los negocios pequeños regentados por personas con la jubilación pospuesta, se cerrarán finalmente; las corporaciones con debilidad económica sufren el darwinismo mercantil y solo pervivirán las que se adapten; las empresas dependientes del turismo, tan importante en España, se hacen flexibles para soportar la situación. En contraste, hay sectores que saldrán más fuertes de la crisis, con cuentas más saneadas, como los grandes distribuidores de alimentación o los almacenes de construcción, por ejemplo.

Se pide ayuda directa a la administración pública para las empresas y autónomos, aunque no sea su labor principal. Sin embargo, para algunas personas las administraciones tienen una varita mágica con la que resolver sus problemas. Es cierto que la política y el Estado juegan un papel esencial para mantener el tono económico del país, pero las instituciones existen porque el sector privado paga impuestos, que luego la administración pública redistribuye. Sin sector privado no puede haber sector público, lo que explica la lamentable situación del tercer mundo: o su sector privado es débil o no paga impuestos. Ahora lo público no debe inhibirse ante las dificultades empresariales, pero no es su labor principal.

Por lo tanto, es papel de las instituciones públicas ayudar en la salvación de partes esenciales y actividades rentables del sector privado en esta situación: aquéllas que marcan la diferencia de un país desarrollado. Si las empresas más complejas sobreviven, el resto de la economía recuperará el tono con rapidez cuando pase la pandemia. Por eso se les llama empresas tractoras, al ser capaces de empujar el resto de actividades. De su supervivencia depende la sustentación de los servicios públicos: sanidad, educación, pensiones, carreteras, justicia, policía, ejército, limpieza, mantenimiento, etc.

En esta pandemia aparecen el desconcierto que aprovechan las propuestas antisistema. Desmantelar un estado próspero, con una calidad de vida buena, en el que no te atracan por la calle ni te matan, es fácil. Volver a esa situación, una vez perdida, es difícil y costoso. Por eso mejorar las instituciones y apoyar las empresas adecuadas es el antídoto.

Contagiarse de Covid 19 es responsabilidad individual en buena parte: la de cumplir las normas de prevención, y la de llamar la atención a los desaprensivos sin mascarilla. La pandemia nos pone ante el espejo de la responsabilidad ciudadana, aunque se rehúya echando las culpas a otros.
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