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Corredores Atlánticos

10/06/2021
 Actualizado a 10/06/2021
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Como aquí nadie es de Castilla y León resulta tremendamente complicado todo lo que implique trabajar conjuntamente por el futuro de esta autonomía tan histórica como artificial, construcción de la arquitectura constitucional que nunca consiguió echar en raíces en lo emocional de sus gentes. No es solo ser castellano o leonés, primera diatriba regionalista. Es sentirse salmantino, soriano o palentino por encima del ajedrezado de los leones y los castillos. La oportunidad del Corredor Atlántico (uno de esos proyectos como la autovía a Soria que uno lleva escuchando toda la vida es parte de un argumentario de reclamaciones incunables convertidas en clásico y que se debe poder encontrar en las ferias de libro antiguo) vuelve a recordarnos esta ausencia de alma autonómica que supone una infidelidad constante y sin arrepentimiento. El Corredor Atlántico no avanza (ahora) por la falta de compromiso del Gobierno de España que sigue invirtiendo en el Corredor Mediterráneo para pagar más deudas con Cataluña y porque el ministro es valenciano, como confirmó el propio Ábalos este martes en el Senado presumiendo de mil millones invertidos y tres mil licitados en su costa este mientras nuestra vía atlántica e ibérica continúa paralizada.

Burgos, León y Medina del Campo tienen hechos los deberes para convertirse en la plataforma logística de este nuevo corredor ferroviario. Sin embargo, como siempre, cada uno por su cuenta. Burgos y Medina del Campo reivindican su geografía estratégica en el trazado original. Medina se apoya en Valladolid, Ávila y Madrid para ser el nudo central y Burgos mira hacia el País Vasco. Mientras, León se ha aliado con Galicia y Asturias denunciando incompatibilidad con el resto. Esto es Castilla y León, queridos paisanos, una guerra abierta constante que termina lastrando. Entendería que Europa no confiara en impulsar una vía de cooperación surgida de las zancadillas miopes del localismo malentendido.
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