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‘Corona’ y ‘Corina’ virus

17/03/2020
 Actualizado a 17/03/2020
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Sentada frente al folio en blanco para comenzar a escribir este artículo, lo primero que me viene a la cabeza es cómo tratar de evitar escribir sobre el mono tema de los últimos días.

Mi mente quiere obviar por un instante la realidad del momento al que nos estamos enfrentado, una crisis, emergencia, o quizá, una hecatombe sanitaria, que nadie pensaba hace apenas quince días que pudiera llegar a salpicar de tal forma a nuestro país. Y es que, el escudo mental del ser humano, que incluso se acrecienta aún más en algunas zonas de nuestro globo, hace que, cuando la desgracia sucede a miles de kilómetros lo veamos como un problema ajeno, y por tanto, ignoremos la gravedad e importancia de ello.

Parece que sólo cuando el problema llama directamente a nuestra puerta nos pongamos manos a la obra, y ni aun así, a veces resulta lo suficientemente efectiva tal llamada. No voy a entrar en consideraciones a nivel político de si las cosas se han hecho bien, mal, regular, pronto o tarde, pues pese a que es evidente que nuestros políticos son los encargados de marcar el ritmo y obviamente deberán de depurar sus responsabilidades, no lo es menos que la situación no nos ha pillado por sorpresa a nadie, ya que todos hemos sido espectadores minuto a minuto de la grave evolución del virus.

Con el precedente de China, y aún más marcado (por aquello de la cercanía) con el precedente de Italia, todos y cada uno de nosotros, a poco intuitivos que hayamos querido ser respecto de la evolución que ello tomaría, hemos debido de tratar de seguir, cuanto menos, las recomendaciones de expertos y organismos públicos que nuestros medios de comunicación se han afanado a publicar de forma constante y reiterada desde los días iniciales de la aparición del ya maldito ‘coronavirus’. Sin embargo, nuestra petulante actitud y nuestro egoísmo natal han llevado a que, durante los primeros días en los que la crisis ya se tornaba seria, las primeras reacciones de los ciudadanos haya sido correr y acarrear víveres para sus casas, como entonando un «sálvese quien pueda», correr a las puertas de los estadios que celebraban encuentros a puerta cerrada, aún no he conseguido entender muy bien a qué.., y acudir a una manifestación que si bien la insensatez de algunos dirigentes no censuró, bien podía haber censurado la sensatez ciudadana…

Pero es que ni tan si quiera a estar aturas de la película, con el estado de alarma decretado, algunos están concienciados con la gravedad del tema (permítanme decir están –en tercera persona– con rotundidad, pues una servidora lleva desde las 15 horas del viernes encerrada en su casa). Hay quienes se creen por encima del bien y del mal, como si esto no fuera con ellos, saliendo en bicicleta, a correr o a la playa, hay quienes se afanan en buscar en el Decreto el escollo que les permita seguir haciendo ‘vida normal’, ajenos a que, ante situaciones así, todos somos uno, y uno somos todos.

Quizá ese instinto de supervivencia personal innato, sin importar si tales acciones realmente hacen más mal que bien, obnubile una realidad, y es que la supervivencia también pasa por una labor de disciplina social, de colaboración ciudadana y de adecuación de los hábitos, no sólo por el bien personal, sino en el bien de todos.

Ahora bien, aunque cierto es que es inevitable no tratar el tema del dichoso coronavirus, parece que este ha servido para ensombrecer otro notición que en circunstancias normales habría sido la cabecera de todos los diarios, y es que con el ‘CORONAvirus’, nos estamos olvidando del ‘CORINAvirus’.

En la tarde noche del domingo, nos sorprendía la noticia de que el Rey Felipe VI renuncia a la herencia que ‘personalmente’ le pueda corresponder recibir de su padre, el rey emérito Juan Carlos, quien además dejará de percibir los recursos que tiene asignados en el presupuesto de la Casa Real.

Aunque pueda parecer un buen gesto del monarca, dada la convulsa información que se está recibiendo últimamente en relación con millones de euros que rondan por los aires, que viajan de unas cuentas a otras, como si del mismísimo coronavirus se tratara, parece que nuestro Rey olvida, y no será porque no esté informado, que nadie puede renunciar a la herencia de alguien que no ha fallecido, y así lo dispone el art 991 del Código Civil: «Nadie podrá aceptar ni repudiar sin estar cierto de la muerte de la persona a quien haya de heredar y de su derecho a la herencia». Así pues, la renuncia a la herencia de alguien que no ha fallecido es nula, porque se trata de una renuncia a un derecho que todavía no se ha adquirido y por tanto sin causa, de manera que se tendrá por no hecha y no producirá efecto alguno.

Es evidente que se trata de un gesto propagandístico que suponemos se espera que pase de puntillas por las pantallas de nuestros televisores, dada la situación de gravedad que estamos viviendo en el ámbito sanitario, y con la esperanza de que el espectador se quede sólo con el titular de la noticia, sin ahondar en más valoraciones, pero cuando toda esta crisis pase, nos guste o no, en nuestro país van a seguir coleando dos claros virus, el Corona y el Corina…
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