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¿Considera que su literatura es femenina?

05/03/2021
 Actualizado a 05/03/2021
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Si hay una pregunta que me irrite de todas las que me hacen en la promoción de mis novelas es: considera que su literatura es femenina y por qué. Considero que mi literatura es mi literatura, sin sexo. Mi estilo es mi estilo, sin sexo. No es LGTB ni transexual ni masculino ni femenino ni neutro.

En realidad, para ser una pregunta tan machista es una pregunta democrática porque me la hacen tanto hombres como mujeres. En realidad, es una pregunta que parte de un presupuesto falso y muy extendido: existe literatura masculina y femenina. Y la masculina es la buena, la que vale, la que entra en los libros de texto, en las bibliotecas y la que se llevan la mayor parte de los premios. El porcentaje de escritoras que ganan los principales premios literarios no llega al 10%. Hay algunos premios prestigiosos que jamás, repito, jamás han sido ganados por una escritora. Y no por falta de candidatas.

En realidad, los prejuicios son mucho más sutiles de lo que parece. Yo he tenido que enfrentarme a ellos desde el principio, desde que publiqué mi primera novela hace más de una década. Parten básicamente del hecho de ser mujer, y van creciendo y sumando, porque tienen que ver con tu aspecto, con lo que se espera de ti. Que mi mundo gire siempre en torno a lo rural, no me ha ayudado precisamente. Resumen: mujer, que ya no es una joven promesa; que ha trabajado en revistas mensuales pero no escribe sobre lo que se supone que debería escribir, sobre historias urbanas, autoficción, mi vida en Vanity Fair; no sigue las series favoritas ni está en ningún círculo ‘cool’ ni se significa políticamente ni tiene opiniones furibundas; además, es familia monomarental, pero tampoco escribe sobre niños ni malas madres; además, escribe sobre el mundo rural y la España despoblada y cómo se abonan las viñas y cosas que ya solo existen en una memoria remota –y se les olvida que también sobre desarraigo, amor, muerte, temas universales–; y sus novelas caminan al borde del thriller, pero tampoco se mueve en festivales y ambientes de la novela negra; y cuando da entrevistas tampoco sienta cátedra, vamos que titubea, duda, se interroga a sí misma: pero qué se cree, a quién le va a interesar. Todo en mi haber, puntos negativos.

En realidad, a las escritoras nos cuesta todo el doble de trabajo; publicar, ganar premios, firmar columnas en periódicos. Lo atestiguan los datos, el primer informe que el Ministerio de Cultura hizo sobre el tema es de ¡2019! y decía que de los 55.501 títulos registrados en 2018, solo el 32 % fueron de autoría femenina.

En realidad, es la triste realidad. Mientras no tengamos más referentes femeninos en los libros de texto o en los premios, seguiremos boqueando en esta triste realidad.
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