Confinado por decisión propia

01/04/2020
 Actualizado a 01/04/2020
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«Las manos, de albañil; la cacha, de viejo y la vista cansada de tanto como me tocó ver que no quería». Luis se define a sí mismo y es difícil encontrar quien lo haga mejor.

En la foto, disfruta Luis de su descanso anual, de los días de tertulia y recuerdos en el pueblo al que regresa desde Madrid; con Nano, compañero en una recordada cuadrilla de albañiles; con Nino, otro integrante de la terna y un eterno torrente de palabras, anécdotas y aconteceres. Los tres le ponen alegría a los recuerdos amargos, a los amaneceres de bocadillo y bicicleta, a las largas jornadas de cantería y frío, de pared y calor.

Cuentan, y sus palabras se convierten en lección magistral, cómo se sacaba adelante a una familia en los tiempos del extraperlo y el silencio; y nunca se les olvida recordar que sólo fue posible «mano a mano con la paisana», que es un apelativo muy cariñoso cuando suena con la admiración que lo dicen ellos.

Quien más disfruta de estos días de tertulia es Luis pues al final de ellos regresa a lo que hoy llamaríamos confinamiento, pero que realmente no es más que su decisión de que en la cruel enfermedad con la que la injusticia se cebó con su mujer él siempre va a estar a su lado, cada vez que Tina tenga en su eterna noche un segundo de lucidez encontrará esta mano de albañil, la mano que mece la vida.
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