Confieso que han vivido

06/10/2022
 Actualizado a 06/10/2022
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Si los palomares hablaran se permitirían el lujo de ser por momentos Pablo Neruda y confesar que han vivido, no les quedaría otro remedio a la vista de lo que claramente cuenta la imagen. Pero, dado que no hablan, tendrá que se la estampa la que desvele que a su alrededor, y en su interior, han vivido.

Las ruedas del descompuesto carro recuerdan el ir y venir por los campos, el paso de la vida, la memoria de las viejas formas de transporte, el ir a recoger el abono del palomar o a llevar material para reconstruir lo que el tiempo y el eso ha derribado.

Ya no hay carro completo y el abandono va dejando huella en la construcción. Nadie se ha ocupado de ir atajando los desconchones que escriben en la pared lo mismo que cuentan las ruedas sin carro; el viejo dicho de la desgracia: «Cuando no nos falta el pan, nos viene a faltar el hambre».

Y la puerta, como el tejado, reitera la misma historia. Ya hace demasiado tiempo que el sol, la lluvia, las heladas y la intemperie van comiendo una pintura que nadie repone.

Porque lo que confiesan es que han vivido. Lo que añoran son los tiempos en los que puedan volver a decir que viven, que si no hay carro hay tractor, si no hay pintura hay barniz, si no hay olvido hay vida.
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