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Concierto para madres tristes. Paz y piedras

14/05/2022
 Actualizado a 14/05/2022
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Caía como lluvia fina, pero profunda. De esa que cala hasta los huesos. Que te taladra el alma por dentro en perplejidad y rechazo. Eran las palabras represadas de Carmen, los sentimientos callados que debió reprimir para afrontar con entereza el dolor de las huidas durante su agotadora labor de escucha en el ‘Hotel de las Madres’. Delante de ellas no podía drenarlas, solo podía ser cauce, no embalse.

Y es que el alma en vano se esfuerza en trazar piruetas para no dejarse acometer por un exceso desmesurado de empatía. Por eso hay que alumbrar esta preñez de espanto, para que los recuerdos no rasguen. Bien lo sabía Rocío Rodríguez, su entrevistadora y compañera en esta casa, que esta semana nos acercaba la gesta humanitaria de la psicóloga Carmen Berenguer a través de su reportaje «una voluntaria leonesa en el Hotel de las Madres». Rocío ha seguido su día a día, ha comulgado sus historias, se ha empapado de los aconteceros humanos que la guerra ha llevado al establecimiento de hospedaje polaco

A Carmen la conocí en persona este miércoles, tuve la sensación de habernos visto durante toda la vida, quizá porque una quiere conocer mucha gente como esa. Carmen lleva en sus ojos negros el brillo terso del que ha encontrado la dicha en medio del llanto. La utilidad de la solidaridad real más allá del activismo de sillón. De la que se ha donado pausadamente a sus interlocutoras, interiorizado el sano ejercicio de la escucha activa y constante. Permitiendo la entrada de ¡tantas historias que no cesan!

«Recuerdo la hilera de cochecitos de niño dispuestos en el pasillo, mientras sus madres atendían su día a día, cochecitos de llantos y destierros, de ruedas cuyas rodadas tenues aún rezuman la tierra de la precipitada senda del camino de huida» mientras los hombres se quedan defendiendo la patria

Y resurgen las palabras de aquel tango de Carlos Cano «Grito tu nombre por las esquinas. Cada vez que dicen: patria, pienso en el pueblo y me pongo a temblar para remover los escombros de las miserias que vienen compitiendo en danzas macabras en los fantasmas de la soledad. Niña pálida , ¿qué te hicieron? ¡qué mala cara tenés!» Madres exhaustas de corazón agrietado, de congojas apelmazadas. Tu nombre me sabe a metralla de la que vomitan los tanques y expelen los aviones.

Y comenzaron a emerger sus vivencias, desordenadamente recogidas por mi mano en la libreta de los acontecimientos salvables: sus recuerdos de una niña muy joven, de 19 años, con un bebé que se resiste a abandonar Polonia, porque solo estoy a 10 kilómetros de mi patria, y de esa anciana de 86 ¿Cuándo vamos para casa? Nos vamos de vacaciones a España, madre y la anciana no entiende estos planes y se encoge de hombros en gesto de dejación de ausencias, mejor eso a decirle que su casa ya no existe y que solo quedan escombros que no dejaron recuerdos. Y esa mirada ausente de los que lo han perdido todo: padre, amigo, hermano y luz alumbrando. Vacíos en cuencas y manos. Mirada ninguna que no se detiene en nada.

Dice Rosa Montero en su novela “La ridícula idea de no volver a verte’ que cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la Palabra. Pero la de Carmen la rescataremos esta tarde en el Monasterio de Santa María La Real de Gradefes que nos acogerá, a las 19:00h, en el marco de un concierto músico-literario a cargo de la cantautora Isamil9, el poeta Marcelo Tettamanti y la escritora Sol Gómez Arteaga. Los fondos recaudados se destinarán íntegramente a favor de ‘El hotel de las Madres’ de Przemysl.

Palabras entre piedras de paz frente a los incomprensibles tristes frutos de una guerra sin sentido, si es que alguna lo tiene.
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