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Conciencia que canta

31/05/2021
 Actualizado a 31/05/2021
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Manuel Martín Martínez se nos ha ido y Gamonedacumple 90 años. Los dos formaron parte de aquellos leoneses de la generación anteriorcon los que tanto aprendiera el cronista en sus mocedades y a los que tan agradecido ha estado siempre. El contacto se produjo alrededor de Claraboya, aquella revista de poesía que duró entre los años 63 y 68 y en cuyo proyecto participaron los dos mencionados de alguna forma, Martín con sus fotos y Gamoneda con sus poemas.

Gamoneda nos entregó sus poemas que aparecieron el número 4, abril-marzo 1964 y el primero ‘De textos sobre poesía’ comienza: «Por si el canto, el poema, / valen, en estos casos, / como aquello que hace / un hombre que se hunde / pero aún es capaz/ de apretar vuestra mano/ con una extraña fuerza, / voy a escribir. Ejerzo/ mi libertad: cantar/ cuando siento la boca/ dura y las entrañas/ secas y silenciosas./ ….La poesía ya solo/ es conciencia que canta…»

Manuel Martín hizo su primera entrega para el número 13, enero-febrero, 1967 donde aparecen Agustín Delgado y Luis Mateo Díez en unas instantáneas que se han ido repitiendo como unos iconos de los dos genios amigos. Y en el número siguiente, 14, marzo-abril 1967, aparecería esa foto de la silueta de un hombre sobre la ciudad que se ha convertido en un icono de aquel momento en el que llegaba a nosotros la ‘poesía beatnik’ con todo su furor. Y Allen Ginsberg cantaba: «El peso del mundo es amor. / Bajo el fardo de soledad, / bajo el fardo de insatisfacción, / el peso. / el peso que llevamos es amor».

En ellos y en el inefable Don Antonio González de Lama, solíamos buscar los nutrientes para regar aquella planta que sentíamos crecer en nuestro interior y que el desaparecido Agustín Delgado, el ideólogo del grupo, solía dibujar con las palabras en la revista a través de sus seudónimos (José Ángel Lubina) abriendo todas las posibilidades y huyendo de la realidad. Así fue como fuimos tratando de aprender de ‘nuestros mayores’ leoneses que siempre, Antonio Pereira también, se mostraron benevolentes con nosotros y comprensivos con aquella aventura de aprendizaje literario que nos ha llevado por territorios, a veces inexplorados, y conectar con los demás escritores del grupo leonés (Merino, Aparicio, Torbado, etc) con los que sintonizamos y de los que tanto llegamos a aprender.

«Va a hacer diecinueve años/ que trabajo para el amo./ Hace diecinueve años que me da la comida/ y todavía no he visto su rostro», decía entonces allí Antonio Gamoneda, de su ‘Blues castellano’ que tantos sinsabores le acarreó.
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