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¿Cómo dices que te llamas?

20/10/2021
 Actualizado a 20/10/2021
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Anda el mundo literario algo revuelto, por el galardón del Planeta. Del premio Planeta, aclaro, para que los activistas de ‘salvemos el planeta’, no se me echen encima.

No soy yo muy amigo de los premios, aunque alguna vez piqué, y no es por resentimiento, pues en uno gané una placa y algo de dinero y, en otro, la vida de la Madre Teresa de Calcuta. En cuanto a lo que nos ocupa, lo que el Planeta busca es, fundamentalmente, promoción. Que sus productos se vendan y sean leídos. Sólo el mero hecho de que la gente lea, ya es beneficioso. En ese sentido tendríamos que agradecerle a Corín Tellado. Nunca ganará el Nobel, pero supera en lectores a García Márquez, Benjamin Black o Saramago.

Recuerdo cuando algunas editoriales recorrían las empresas, para presentar sus colecciones. Te abrumaban a regalos y, aparte del mueble para que los libros durmieran como un sistema planetario por descubrir, te obsequiaban con un diccionario, la enciclopedia de la fauna y hasta un microondas. A este respecto –y no miento– un compañero aceptó la oferta del pequeño electrodoméstico y, los libros, ni los recogió.

Otra curiosidad, lo del seudónimo de Mola, bajo el que se cobijan tres publicistas, cachondos, jetas o lo que sea. Pero la ocultación bajo nombres ficticios, ha sido una constante en el mundo del arte. El miedo y los prejuicios han sido y serán los causantes. Incluso algo trágico, como la persecución de Salman Rushdie. En otras situaciones, ha sido por vanidad o eufonía. Suena mejor Estefanía que Marcial Lafuente, por ejemplo. Que es, para los hombres, lo que Tellado para las mujeres.

Si habláramos de Neftalí Reyes, Poquelin o Alvaro Campos, nos referimos a Neruda, Molière o Fernando Pessoa.

Pero el desprecio y los prejucicios nos llevan a otro universo. El de las escritoras. Así, George Sand –Amandine– solía vestir con atuendos masculinos. Lo mismo que hizo Concepción Arenal para poder estudiar Derecho. Son muchas y notables las mujeres, en el mundo de la creación artística e intelectual, a las que se les arrebataba el derecho a manifestar su talento. Fernán Caballero (Cecilia), G. Mistral (Lucila) las Hermanas Brönte. Ya en la actualidad, la italiana Elena Ferrante, revelación que suscitó gran interés. Se pensó incluso si sería un hombre. Otro tanto pasó con J.K. Rawling, que al publicar Harry Potter, ocultó su identidad bajo unas iniciales.

Hay muchos casos, demasiados, pero el más trágico a mi entender es el de Emily Dickinson –su nombre real– recluida, con una personalidad torturada e incomprendida, hasta después de su muerte.

Volviendo a Mola, aparte de la gracieta, más allá de lo puramente anecdótico, no hay que olvidar las actitudes que se adoptan en este país hacia la masculinidad. Leyes oportunistas de Sánchez, para complacer a ciertas mujeres; un ministerio del resentimiento; colectivos fundamentalistas de lo supuesto ‘políticamente correcto’; y jueces, que en vez de juzgar, prejuzgan.

No creo que lea a Carmen Mola, pero, a lo tonto, los tres amigos han puesto de manifiesto la ponzoña que envenena todas las esferas entre el hombre y la mujer.

Ya sé que es una antigualla, pero hay que recordarlo: «In dubio pro reo», que es la presunción de inocencia. Pero, no siendo aforado, ya tienes un pie en la cárcel por el mero hecho de ser hombre.


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