Coladilla es otra historia

Dulce o Salado es un obrador que nació con el embarazo de Inés, la repostera, y que ahora crece al ritmo que lo hace su hijo inundando las calles del pueblo de los olores más provocadores que salen de la materia prima de la tierra

Fulgencio Fernández
13/02/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Coladilla es otra historia. Es un pequeño pueblo de la montaña leonesa en el que todavía encuentras niños jugando al balón en la plaza o corriendo detrás de la lagartijas mientras pasa en su moto eléctrica Vicente que tiene 101 años o Nano camina con su burro a ver si alguien le encarga algún arreglo que hacer. Gratis claro, que de trabajar cobrando también se cansa uno.

Coladilla es un pequeño pueblo de solo 30 vecinos pero con 6 negocios abiertos, en funcionamiento. Varias industrias de diversos ramos: están sus quesos y yogures, restaurantes de fama, una casa llena de ángeles de cerámica que construyen sueños de la mano de Pilar Tirados. Y en una pared de piedra encuentras un cartel con esa pregunta que tantas mañanas te hacen en el desayuno: ¿Dulce o salado? Entra. De todas formas no te resistirás a entrar si abres la puerta, el olor que llega de dentro del obrador te envuelve e Inés la artesana de la repostería te invita a que pases.

Ese clima propicio a montar un negocio en Coladilla parece que también influyó a Inés y Carlos. Dulce o Salado nació de una manera muy curiosa y entrañable como si un niño, uno de esos que jugaba al balón en la plaza, hubiera venido no con un pan, sino con una tarta debajo del brazo.

“Cuando me quedé embarazada del pequeño tuve un embarazo de riesgo y me mandaron reposo. Empecé a hacer un día unas magdalenas, y otros días otra cosa. Como me gustaba y los niños eran pequeños y no veía posibilidad de trabajar fuera pues decidimos montar aquí algo“, cuenta Inés rememorando como fue aquello de emprender.

No les fueron mal las cosas a Inés y Carlos. “Dentro de un orden”, diría ella.
A los dulces de la tierra, los de toda la vida, las rosquillas de sartén, las magdalenas, las pastas de nata y mantequilla, las tartas... y la leche, cuyo papel es uno de los secretos de esta casa, se fue sumando la otra especialidad: las empanadas. También caseras con una más solicitada que ninguna otra, la de cecina casera, “criada ahí al frío de las heladas de Coladilla”; explica Carlos.

A la vez que el chaval que nació con una tarta debajo del brazo va creciendo, Dulce o Salado lo hace con él. Carlos va repartiendo dulce y empanadas mientras Inés sigue en el obrador. Los fines de semana y los meses de verano abren también la degustación donde es una gozada tomar café y también oler.

“Es un pueblo con encanto y como tiene muchas cosas la gente viene a visitarlo”, explica Inés.

Y al salir del lugar ves a los niños en la plaza, un centenario en moto, a Lagarto marchar en taxi para jugar la partida. Y oler a queso, y a helado, y a dulce y a salado. Y ver volar a los ángeles de cerámica. Coladilla es otra historia.
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