13/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Padecemos una sociedad en la que la empatía es un bien tan escaso como preciado, en la que casi nadie se pone en el pellejo del que tiene enfrente. Escribo estas líneas mientras don Vélez –que comparte este espacio conmigo cada dos semanas– entra en el taller para que no se le salga el hombro de tanto darle a la tecla y no dejo de pensar que ojalá en siete días esté de vuelta en este 'club de los jueves'. Pero lo más habitual es que todos estemos siempre más pendientes de nosotros mismos, al menos hasta que nos toca de cerca ese problema que antes veíamos en la lontananza. Y es entonces cuando llegan los clamores, es en ese instante cuando nos damos cuenta de lo que otros tenían encima mientras nosotros mirábamos a otro lado. Un buen ejemplo de todo esto nos lo dan, cómo no podía ser de otra manera, los gestores de la cosa pública. Ahí están por ejemplo los clamores del presidente aviador, que se ha vuelto marianista y afronta el proceso para ser investido con pereza e implorando la abstención de aquellos a los que criminalizó por no sucumbir ante la superioridad moral que la izquierda ha logrado asentar en la sociedad de este nuestro país. ¿Se ha olvidado de su 'no es no'? Era muy cómodo decir eso cuando el problema lo tenía el inane Mariano, pero ahora... Todo ha cambiado. Y digo todo, porque ahora son naranjitos y populares quienes carecen de empatía y se abonan al 'no es no' pese a que ello va a dar más alas a los independentistas a los que con razón tanto repudian. Allá ellos, pero ya vendrán los clamores.
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