12/08/2019
 Actualizado a 14/09/2019
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Algo más de cien días es el tiempo que llevamos sin Gobierno. Tal vez usted sea de los que piensen que qué más da, pero la cuestión no es esa. Más que nada porque el bloqueo político no se reduce a estos cien días que se han cumplido esta semana si tenemos en cuenta que la parálisis en España suma casi 500 jornadas, el tiempo que ha pasado desde que Pedro Sánchez echó a Mariano Rajoy de La Moncloa mediante una moción de censura.

Ni presupuestos ni reformas ni confianza de empresas y familias en su futuro económico mientras se van agotando las reservas que dejaron las reformas económicas de los gobiernos ‘populares’. Y sin saber si tendremos que volver a coger las papeletas para que el resultado vuelva a ser parecido porque usted y yo y su vecino de al lado y su compañero de partida en el bar vamos a votar lo mismo. Claro, que también puede haber muchos arrepentidos y entonces el resultado ya sea diferente, pero lo veo complicado.

Cien días es también el periodo de gracia que dice la ética política no escrita que se ha de conceder a quien accede a un cargo público. Tiempo suficiente para hacerse con el sillón, ir tanteando a la gente, familiarizándose con los protocolos y con una manera de trabajar que no se puede cambiar de la noche a la mañana, sobre todo cuando se llega por primera vez a un ayuntamiento o una diputación y el único conocimiento que se tiene de la casa es el mismo que el de un turista que pasa por ahí.

Digo esto de los cien días de cortesía porque no sabe cuánta gente está esperando a que llegue el día 101 con la escopeta cargada y munición de sobra para estar disparando una buena temporada. Pero sus buenas maneras le impiden abrir fuego antes de ese tiempo de tregua que en algunos casos se hace demasiado largo.
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