Cien años de cantinera, de los 4 a los 104

Tan inolvidable como irrepetible, trabajadora desde niña, viuda muy joven con 7 hijos, gran lectora, socia de honor del Bibliobus y capaz todavía de servirte el vino en Bárcena de la Abadía, "llevo cien años despachando, desde los 4 años y acabo de hacer 104"

Fulgencio Fernández
14/10/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Nuestra inolvidable de hoy, por suerte, aún vive y por muchos años. Acaba de hacer 104 y poco después de soplar la tarta bromea: «Pero la fiesta grande será cuando cumpla los 110 años».

Nadie duda que será imposible olvidar a Ascensión, pero no por su edad sino por su vida. Conocida en toda la comarca por su lucha para sacar adelante sus siete hijos cuando se quedó viuda, por su carácter, por regentar un bar que siempre te hace más visible, por lectora empedernida hasta ser nombrada Madrina de honor de los Bibliobuses como socia más veterana... Por su forma de contar la vida, por todo.

Como para olvidarla.

Es normal llegar un día de poca actividad al bar en Bárcena de la Abadía y que sea Ascensión quien te atiende, dejando en la mesa algún libro que esté leyendo con el sello del Bibliobús. «¿Se arregla, que me da igual esperar», le dice Lolo el dibujante.

- ¿Qué si me arreglo? Llevo cien años en el oficio, con cuatro años ya atendía en la taberna de mi padre en Peranzanes y ya voy a hacer 104.

Ya los hizo. El día 8. Ya sopló la tarde y ya apostó por celebrar los 110 pues aunque es muy religiosa siempre dice que «no tengo prisa por ir al cielo».

Humor no le falta. Y eso que la vida no fue muy fácil para ella. «Ver la vida de ahora es como morir y volver a nacer. Yo no echo de menos lo de antes, se pasó muy mal, y menos mal que en los pueblos éramos como una familia y nos ayudábamos todos unos a otros». Y recuerda, no en vano nació en 1914, cuando los vecinos llegaban a «dar las mondas de las patatas a otros vecinos pobres para que pudieran hacer un caldo con algo de sabor. Le llamaban papas de agua».

Nació en 1914 cuando los ruidos de los cañones de la I Guerra Mundial sonaban, aunque lejos. Era una moza en la guerra y, en medio, la supervivencia. «Cuando tenía 4 años bajamos para Peranzanes, que mis padres pusieron cantina, comercio y fonda. A mi me fascinaba ir a la escuela, tanto que cuando tenía que ir con las vacas porque mi hermana Consuelo no podía mis padres no me lo decían hasta que hubiera desayunado, porque si me lo decían antes con el disgusto no desayunaba». Lo que sí le gustaba era ayudar en la cantina. «O estorbar, pero me gustaba, por eso digo que llevo un siglo».

Lo dura que era la vida, la guerra en una zona complicada, la necesidad... forman parte de sus recuerdos. «Dicen que está mal ahora, pero hay de comer, eso es lo primero». Algunas escenas se le han quedado muy grabadas: «De Matarrosa, tengo grabada en mi memoria de niña el color negro de los mineros cuando salían del pozo y pasaban por el pueblo; y también el blancodel amanecer cuando conelcandildecarburoal hombro entraban en la cantina de mis padres a tomar una copa de orujo o aguardiente para animarse ante la tarea que les esperaba». Algunos entraban casi de niños, también las mujeres iban a las minas. «Mi hermana Consuelo trabajó en la mina de Bárcena, en exterior,para ayudar en casa. Ni tenían seguridad social ni nada, les pagaban el jornal trabajado y se acabó».

Cuando habla de la mina se le nota que tiene otra espina clavada, la de su marido, Santos, una historia que ella cuenta con mucha emoción. «Si te digo la verdad mis padres no querían aquel matrimonio, pero te digo una cosa: El amor y el enamoramiento hacen milagros». Al menos lo hicieron en su caso y tuvo siete hijos conSantos pero la mina era entonces muy cruel.

- Con solo 49 años y yo 45 me quedé viuda, de la silicosis, de los bronquios, que es una muerte muy mala.
Y a la mala muerte le siguió lamala suerte, la injusticia. «Tenía Santos muchos años de mina pero no me ha quedado paga ninguna, que eso de la pensión no lo aprobaron hasta dos años después y yo me tuve que arreglar para sacar adelante a los siete hijos, que cuando murió su padre el mayor, Ángel, estaba cumpliendo la milien Valladolid e Higinio, el pequeño, tenía sólo cuatro años».

- ¿Y cómo se sale adelante?
- Trabajando mucho. Y muchos sacrificios, que a algún hijo lo tuve que mandar a trabajar para Madrid muy joven y los otros atendiendo los negocios aquí en Bárcena, un poco de todo, carnicería, tienda de ultramarinos, fonda, el bar.

Mantiene Ascensión una excelente memoria y te dice seguidos los nombres de sus siete hijos, por orden de nacimiento: Ángel, Darío, Benilde, Lidia, Susana, Conchi e Higinio. Y se le nota en el gesto que hace con la cabeza al decir los nombres de Darío y Susana que con ellos le ha tocado pasar ese trago que se hace insoportable para una madre, aunque sea alguien que le ha tocado luchar tanto en la vida como a ella. «Lo de enterrar a un hijo es muy duro, sobre todo para las madres, sólo lo sabemos las que pasamos».

Nunca te deja marchar sin algunos consejos que, como ocurre con gente con Ascensión, conviene no olvidar. El más repetido es que «la vida son dos días» como para que los pierdas en tonterías; y una vieja reivindicación: «Diga a ver si traen el Expreso al Bierzo».
- Es el AVE madre.
- Pues que lo traigan.
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