12/02/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Hace años, cuando el Ayuntamiento de Boñar, dirigido entonces por una alcaldesa del estilo de Rita Barberá, terminó con dos de los tres elementos patrimoniales más emblemáticos de la villa del Porma (con el tercero, que era el Negrillón, acabó la grafiosis): el Alfolí, antiguo silo medieval, y el empedrado de cantos rodados de la plaza principal del pueblo, el diputado de Cultura en ese momento, que era del mismo partido, salió en su apoyo ante las críticas de algunos vecinos (pocos; tampoco hay que pedirle peras al Negrillón) con el argumento de que el Alfolí –un silo de la Edad Media, repito– era «un montón de morrillos». A la sustitución del empedrado de la plaza por hormigón ni se refirió, porque la mayoría de los vecinos estaban de acuerdo con la alcaldesa.

Es lo que hay. Y lo que a uno le lleva a la consideración de que luchar contra los elementos es como hacerlo contra molinos de viento. En su tenacidad, no obstante, confía en que el Ayuntamiento de León no repita lo del de Boñar ni considere como aquel diputado que la Plaza del Grano, objeto de restauración estos días y de polémica desde hace ya tiempo, es un montón de morrillos y acabe por desnaturalizar la plaza más bella de la ciudad, única por sus características en la provincia, hormigonada de arriba abajo la de la villa de los nicanores. Los mismos cantos rodados procedentes de sus dos ríos fundacionales, el Torío y el Bernesga, que nutren las cercas de la muralla medieval y las paredes de muchas de sus casas viejas son los que desde hace siglos dan su personalidad a una plaza que refleja como aquéllas el carácter campesino de León, lejos de los sillares de sus edificios nobles. De ahí que su conservación sea una obligación municipal, como lo es la de éstos, incluso más. El humilde canto rodado, el morrillo leonés de las antiguas peleas infantiles (hoy los chavales ya no se pegan) y de las murias y las paredes de todos nuestros prados y caminos dicen más de nuestro carácter, de nuestra idiosincrasia y de nuestra historia que otros materiales nobles, la mayoría de ellos de importación. Y dispuestos sobre el suelo son nuestra mejor alfombra salvo para aquellos que aspiran a ser lo que no son. La desconfianza hacia la remodelación que el Ayuntamiento de León acaba de acometer en la Plaza del Grano –única de sus características en Europa y la más bella de la ciudad sin duda ninguna– indica, pues, hasta qué punto es querida por los leoneses, pero también lo poco que éstos se fían de sus políticos después de tanta barbaridad urbanística como han perpetrado. Y seguramente, también, que inconscientemente intuyen que esas humildes piedras que ahora levantan las máquinas son la metáfora de sus vidas, cantos rodados que el tiempo gasta y mueve de un sitio a otro a su antojo como a la protagonista de la novela de María Barbal (Canto rodado. Editorial El Aleph).
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