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Caña, décimo y PCR

20/07/2020
 Actualizado a 20/07/2020
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Viene a decir Kil Yates en ‘Los números de la vida’ (Blackie Books), entre otras muchas cosas, que es más probable que te toque una de las enfermedades más temidas hoy que la lotería. Para ambos casos se necesitan papeletas. Ahí están los datos, pero cabe preguntarse si el impulso es el mismo cuando se desea una caña helada con el termómetro por encima de los 30 grados cuando se pasa por la puerta del bar, que cuando llega el pálpito al pasar por delante de la administración de loterías. La responsabilidad dicta no jugársela y hacer mantra de la privación, dejar los dos euros en el bolsillo y seguir camino seguro a donde se fuera.

Sin embargo, el entorno también tiene su papel. Por seguir con Kil Yates, muchos dirán que estadísticamente sería alucinante que cayera en la provincia otro meteorito de millones como el que impactó en el primer pueblo de Valladolid según pasas la raya, pero la cercanía y la envidia tientan para formar una peña –alguno hasta se lamenta de no haberlo hecho antes–. Los mismo ocurre con los vinos. El terraceo sin tirar de chaquetina son cuatro días en León y duele verlo desde el balcón, aunque los rebrotes ya vayan poniendo de nuevo en guardia, al menos, a los más previsores. En el fondo de todo están la rabia de la decisión, cuando no el arrepentimiento. Y como la balanza de las decisiones ya se iba escorando hacia el cortado, al final la administración ha terciado y, de momento, ha impuesto la mascarilla, abriendo la puerta en unos cuantos territorios a nuevas restricciones. Ni rojo, ni negro, la bola no gira y punto.

Pudiera parecer ahora que el horizonte infinito de los pueblos es el bueno y no la fachada que durante más de dos meses nos vio aplaudirnos a nosotros mismos más que a nadie. Es la ilusión del verano, que tanto explotan las loterías. La de Navidad también se anda propagando ya. Alguno puede que mate tres pájaros de un tiro: la caña, el décimo y la PCR.
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