05/09/2021
 Actualizado a 05/09/2021
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La semana pasada la vecindad del barrio de Las Ventas de León se vio sobresaltada durante la media noche, hacia las 00,30 horas, por el continuo repicar de las campanas de la iglesia de San José, sita en la plaza Juan de Austria. Ante las quejas de los vecinos hubo de intervenir la Policía Local hasta conseguir cortar el fluido eléctrico que hacía funcionar el motor causante del incesante sonido.

Este volteo de campanas en la iglesia de San José de Las Ventas –absolutamente ajeno a intencionalidad alguna por ser debido a un fallo mecánico– me recuerda toda una serie de hechos que tienen que ver con mi vida familiar. No sé si sonaron las campanas al respecto, pero en la iglesia de Las Ventas me bautizaron y confirmaron. En ella también tuvo lugar mi ceremonia nupcial, así como el bautizo, confirmación y primera comunión de mis cuatro hijos.

El tañido de campanas me trae también a la memoria la infancia en el pueblo zamorano de Villamor de los Escuderos, al que iba a pasar las vacaciones veraniegas. Los domingos y días de fiesta había toque de campanas a medida que se iba acercando el comienzo de la Santa Misa, allá por el mediodía. Primero sonaban las ‘unas’, después, las ‘doses’, acto seguido las ‘treses’ y, por último, la voz nerviosa de tía Fe: «¡Anda, hijo, avíate y aligera, que están dando ya las ‘todas’!» Señal que ya sin más demora comenzaba el acto litúrgico.

Las campanas ya eran conocidas por egipcios y asiáticos en forma de campanillas y usadas también por griegos y romanos. Fueron adoptadas por la Iglesia católica para convocar a los fieles por los menos desde el siglo V. Los cristianos las llamaban ‘signum’, porque servía para señalar o avisar a la hora de las reuniones, pero ya en el siglo VII tornaron a ‘campanas’(de ‘vasa Campana’, recipiente de Campania, región de la cual procedía el bronce de mejor calidad). Fueron aumentando de tamaño sucesivamente hasta que el el siglo XIII se fundieron en grandes dimensiones, verdaderamente colosales hasta el siglo XVI, cuya materia prima ha sido casi siempre el bronce. El lenguaje sonoro de la campana ha funcionado a lo largo de los siglos como un medio de comunicación cumpliendo un conjunto de funciones para la comunidad, tanto en lo concerniente a lo religioso como a lo civil: informar, coordinar, delimitar y proteger.

Hay dos locuciones muy usadas en que la palabra campana adquiere protagonismo: «Echar las campanas al vuelo» y «Oír campanas y no saber dónde». Respecto a la primera, dice la RAE que echar o lanzar las campanas al vuelo supone celebrar con júbilo un triunfo. En el BOE del 23 de abril de 2019 aparece el Real Decreto por el que se declara el Toque Manual de Campanas como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial. Respecto a la segunda, se dice de alguien que habla sin saber. Conoce algunos datos del tema sobre el que se disiente pero no tiene una idea cabal del asunto y, de modo imprudente, se lanza a hacer afirmaciones equivocadas o inexactas.

La palabra ‘campana’ se inserta en una célebre novela de Ernest Hemingway ‘Por quien doblan las campanas’ (1940), novela cuya trama se desarrolla durante la guerra civil española. La versión cinematográfica de esta obra literaria se estrenó en 1943 y estuvo protagonizada por Gary Cooper e Ingrid Bergman. Fue un gran éxito de taquilla, recibiendo nueve Premios Óscar, incluido la mejor película. Durante la elaboración del film los servicios diplomáticos españoles en EE UU lograron que Hollywood variase su guión en diversas escenas.
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