Cabeza de venado. Velázquez

Por Miguel Soto

Miguel Soto
04/07/2019
 Actualizado a 18/09/2019
1626 - 1636. Óleo sobre lienzo, 66 x 52 cm.
1626 - 1636. Óleo sobre lienzo, 66 x 52 cm.
El Museo del Prado cumple 200 años habiéndose convertido en la mayor institución cultural de España, signifique lo que signifique eso y aunque pueda no ser cierto. De serlo, se debería a las grandes obras maestras que alberga y también a otras, magníficas, no tan conocidas, que serán comentadas aquí cada jueves de verano.

Comenzamos con esta ‘Cabeza de venado’, obra de Velázquez que ha llegado a considerarse retrato. Lo que debe entenderse como «inclusa en el género más elevado dentro de la jerarquía pictórica clásica después de los Tableau d’Histoire». Más noble, por tanto, que los paisajes, las marinas y los bodegones. Y tal nobleza respira este conjunto de cornamenta desbordante y mirada altiva sobre un fondo celeste algo turbio, que aunque el sujeto guarde parecido con una oveja no por ello es menos retrato o desmerece. De rostros de ejemplares humanos con expresión ovina está lleno el Museo.

Este venado se supone pintado en honor a la afición real a la caza. Inclinación, la venatoria, que lo mismo movió a un grupo de aficionados a montar un club a orillas del Bernesga en 1906 que a tantos monarcas españoles perseguidores de piezas de caza mayor hasta los montes de León y de otras regiones. Del ejemplar que nos ocupa, suponemos que acabase abatido y asado, o quizá en formato albóndiga como las de Casa Mando. Pero quede para la historia su efigie, ejecutada con tal maestría y verismo naturalista que ni desentonaría en el Museo de la Fauna Salvaje de Valdehuesa, ni ha permitido a los expertos fecharla con exactitud, por ser Velázquez un autor precoz que dominó su arte plenamente desde bien temprano.
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