Cabeza de San Juan Bautista. Murillo

Por Miguel Soto

Miguel Soto
08/08/2019
 Actualizado a 18/09/2019
Siglo XVII.  Óleo sobre lienzo, 50 x 77 cm.
Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 50 x 77 cm.
Servida en bandeja de plata. Y, para mayor goce suyo, en una con incrustaciones, si nos fiamos de este cuadro, recibió Salomé la cabeza que le había pedido a Herodes. Este «atribuido a» Murillo se ha hecho desde el conocimiento de su estilo y aun más de su fervor cristiano. La intención del sevillano de humanizar a los santos a ojos del público, sin olvidar sus martirios, lo llevó a pintar también la cabeza cortada de San Pablo por orden de Nerón, y creó escuela. Su desbordante éxito le trajo compañía en forma de pintores que aprendían de él, pintaban para él o directamente lo copiaban.

Los ojillos y los pómulos descansando sin éxtasis trágico, la boca entreabierta y el pelo y la barba frondosos y arrebolados como si hubiesen sido untados de Just For Men caoba, o quizá manchados de sangre, son lo más reseñable de esta imagen que sólo está contextualizada por la bandeja sobre el fondo oscurísimo. Y no necesita de más retórica porque este santo es un personaje tan relevante en la tradición cristiana que siempre es rápidamente identificado.

Fíjense cómo de relevante es San Juan Bautista que sin despeinarme me salen tres instituciones locales que lo recuerdan. La asociación de sordos que lleva su nombre, la parroquia de Trobajo del Camino y, claro, las fiestas de León. De las cuales bien está que rememoren, calculado en base al calendario gregoriano, su nacimiento el 24 de junio, y no su degollación un 29 de agosto.
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