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Búlgaros y británicos

11/10/2021
 Actualizado a 11/10/2021
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Estos días de enormes colas en Reino Unido por la falta de camioneros derivada del Brexit me he acordado de los transportistas búlgaros que acampaban varios días en el arcén de la carretera esperando a que descargaran y cargaran sus vehículos para volver a cruzar Europa hacia su destino en el este. Le preguntaba a mi padre cada vez que los veía matar el tiempo a las puertas de la fábrica y me respondía que estaban trabajando. Yo los veía refrescarse en la acequia, como hacía yo tantas veces, y me resultaba del todo exótica aquella estampa de camioneros curtidos que habían recorrido tres mil kilómetros, más de treinta horas de conducción –espero que no seguidas– para transportar manzanilla o hinojos, tomando té en una mesilla plegable. En esa temprana infancia, deslumbrado por aquellos hombres y las historias que escuchaba sobre ellos, me parecía que todos los camioneros que no recogían leche –con los que estaba más familiarizado– tenían que ser búlgaros. Los grandes tráileres que cruzaban el continente eran conducidos por compatriotas de Hristo Stoichkov, mi ídolo de entonces. Se puede decir que salí de mi error gracias al padre de Manolito Gafotas, que hacía sonar la bocina de camión cuando llegaba a Carabanchel Alto. Casi seguro que el primer ministro británico, Boris Johnson, no ha leído, ni visto, ni escuchado a Manolito Gafotas. Pero seguro que sí habría visto desde niño muchos transportistas acampados durante días a las puertas de fábricas o de almacenes. Los habrían visto él y miles de británicos que decidieron cerrar las puertas que por décadas estuvieron abiertas para que pudieran pasar los trabajadores que les facilitaron la vida durante tantos años de libre comercio. Con más criterio que yo, seguro que nunca pensaron que todos los conductores de tráileres eran búlgaros. Estoy casi convencido de que siempre pensaron que todos –y todo– eran cien por cien británicos.
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