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Boñiquero a extinguir

16/05/2021
 Actualizado a 16/05/2021
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Vivo rodeado de visionarios y mientras tanto Iker Jiménez pensando en las apabardas, sin hacer caso a quienes vieron venir el futuro o, como se decía de Langreo el de Casares: «Ve crecer la hierba». Incluso había quien maliciaba que también la oía, pero eso está menos documentado.

Ya os conté cuando la mi Juanita de Pontedo, y si no os lo cuento ahora que nunca es tarde, compró el local para abrir una tienda de escafandras en Matallana porque estuvo comiendo —«aquí mismo donde tú estás, en la mi fonda»— un ministro de los de Madrid y le contó que lo de la Escuela de Pilotos ya era cosa hecha. Luego cuando bajó a Escuela de Maquinistas de la Renfe tuvo que cambiarla a tienda de gorras de plato y cuando al final se quedó enuna autoescuela pues le alquiló el local a los de la París y más se perdió en Cuba. Pero si llega a salir lo de la Escuela de Pilotos «tengo que ampliar el boquerón del pajar para meter el dinero, y eso que lo pensaba empacar para que estuviera prensado».

Vuelvo al suco, que esnorté.

Venía la cosa en lo tocante a que ayer era San Isidro, que es el patrono de Madrid porque era labrador (es lo que hay, la relación ya la buscáis vosotros que la mayoría tenéis estudios)  y entonces me acordé de cuando otro visionario, el maestro Angelillo que cuando ejercía de maestro Zen se llamaba An Ge Lillo, vio que venía el final de la agricultura y la ganadería y cuando le preguntaban las autoridades cuál era su profesión les decía muy serio: «Soy boñiquero a extinguir». Y como las autoridades son de natural tendentes al optimismo le decían que no había peligro para el sector y tenía que salir al quite Paco Bolero, que le daba la razón a Ge Lillo: «Le digo yo que el labrador es un oficio en extinción... como el dinero y el peatón».

Entonces ya se venían un poco abajo, pero remoloneaban, «yo creo que esto es pasajero, España necesita al campo». Y marchaban tan campantes. Y el chófer también.

Por eso cada año por San Isidro pongo la oreja y escucho a Angelillo reírse, como Langreo oía la hierba crecer.
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