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Bondades de la risa

12/12/2014
 Actualizado a 10/09/2019
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Se va la otoñada. Bueno aún restan unos días, desconozco si tan acogedores como los precedentes con su atractiva benevolencia en estos lares orientados al noroeste español. Luego nos tocará adaptarnos al invierno, mucho más casero, reflexivo, artrítico, reumático o griposo. Claro que a todos estos achaques, muy propios de adultos, convendría sazonarlos con frecuentes risas. Pues la risa, con nosotros desde los cuatro meses, al decir de médicos y demás expertos, estimula las betaendorfinas, sustancias analgésicas, o por lo menos alivia tensiones según comprobó el célebre psicoanalista al que tanto debemos Sigmund Freud. Así que a reírse toca. Además, la risa, incluso si es fingida, acerca, aproxima a las personas, salvo cuando se convierte en una burla disfrazada o no y uno lo detecta que hay que ver entonces cómo se dispara el cabreo, la mala leche desde la cabeza a los pies.
Cada vez soy más consciente de las bondades de la risa y por ello la busco, la persigo, la mantengo y la despido con cierta nostalgia, máxime ahora, enfermedades aparte, cuando la vida y su entorno es un mar de diarias calamidades, tristezas, que no se me olvidan los hogares dependientes de los bancos de alimentos, los desahucios o los suicidios impuestos por la desesperación.
La verdad, confieso que a encontrarme con la risa he acudido la semana pasada a ver la exitosa película Ocho apellidos vascos. Y la encontré. La historia que envuelve al señorito andaluz y la bella muchacha vasca es desternillante. Menudas risotadas en la sala repleta del Cepa Faustina Álvarez García, más conocido por Escuela de Adultos, sin despreciar a las invisibles sonrisas, sus hermanas menores, alentadoras de sentimientos positivos que indiscutiblemente por allí pululaban.
Por nuestro bien: intentemos reír o sonreír. Es gratuito. Nos alegra por dentro y por fuera. Nos amista o hermana. Tampoco resulta imprescindible acudir a las modernas sesiones de risoterapia. No hay que esperar que el humor sea nuestro aliado. Recordemos lo expresado por Benavente: «Nada prende tan pronto de unas almas en otras como esta simpatía de la risa».
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