Biografía en sangre

18/12/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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No son unas manos, por más que lo parezcan. Son un largo texto, un libro, una biografía escrita con sangre de esas que te parecen unas manos y no lo son.

O no son «solo» unas manos.

Esas que te parecen manos son la historia de tantas otras iguales, de otras leonesas de cualquier punto de nuestra geografía provincial. De aquellas mujeres que hilaban, que jamás hacían solamente una cosa y mientras ‘parlaban’ en la hila, fila, hilandero, filandón, calecho, serano... cosían, zurcían, tejían o hacían calceta. Mientras hablaban repasaban y reparaban aquel vestido que se trabó en cualquier punta, aquel mono de minero, aquella chaqueta de pana de tantos bolsos que rompió el paisano con la manía de meter y meter cosas allí, desde unas puntas a la imprescindible navaja, ¿qué es un campesino sin navaja? Nada, como un guaje sin mocos.

Y si no hay nada que remendar pues a hacer jerseys y chaquetas que el invierno viene duro.

En esas mismas manos que no lo son, cuyas venas marcadas en sangre son los surcos que han ido escribiendo lineas de vida, década a década, nunca faltan algunos anillos que no son joyas, son retazos de su historia. Uno es el de la herencia familiar, el que fue de la madre, que lo recibió de la abuela y así hasta donde los tiempos dejan constancia en forma de recuerdos. Dos alianzas juntas recuerdan aquel día feliz para ella y la ausencia de quien llevaba la otra.

El mandil es otra seña de identidad. En los bolsos nunca falta un trozo de pan, en el regazo un lugar para sentar al nieto y cantarle una canción...

Y ese collar que solamente se asoma nos recuerda que el traje es de fiesta. ¡Pues que viva la fiesta!
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