Bernini, el movimiento que nace del mármol

La mayor retrospectiva jamás dedicada al genio de la escultura barroca llega a Cines Van Gogh desde la Galería Borghese de Roma los jueves 10 y 17 de junio

Javier Heras
09/06/2021
 Actualizado a 09/06/2021
El David de Bernini.
El David de Bernini.
Apolo, el libidinoso dios griego, persigue a la ninfa Dafne, que lo atrae irresistiblemente por culpa de una flecha de amor de Cupido, quien se vengaba de una afrenta. Ella lo rechaza una y otra vez, y huye hasta casi desfallecer. Pero antes de entregarse a él, prefiere convertirse en árbol. Bernini (¡en 1622!) se las arregló para narrar toda una historia en una escultura de mármol a tamaño natural. Cuando Apolo alcanza a Dafne, su cuerpo ya ha empezado la metamorfosis: las uñas de sus pies son raíces, y los dedos, hojas. El genio barroco captura el momento con todos sus detalles, un milagro expresivo de belleza trascendental. Su realismo hereda la tradición renacentista, igual que el hecho de que pueda contemplarse desde cualquier ángulo, pero él le sumó teatralidad, dramatismo, movimiento, tensión. Parece mentira que algo tan ligero, tan dinámico, nazca de la piedra. Y para colmo, apenas tenía veinte años.

Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), maestro de la escultura, la arquitectura y la pintura, construyó capillas, plazas, puentes, altares, obeliscos, escenografías… No hay espacio aquí para resumir su lista de obras maestras: el palacio de Barberini, el místico ‘Éxtasis de Santa Teresa’ en la iglesia de Sant’Andrea al Quirinale, la capilla de Santa Bibiana, la columnata de la Plaza de San Pedro del Vaticano (y el baldaquino de su altar mayor), la Fuente de los Cuatro Ríos en la Piazza Navona… Todas tienen un punto en común: se encuentran en Roma. Nadie definió la capital italiana mejor que Bernini; parece su museo.

La mayor exposición dedicada al artista solo podía tener lugar en la Galería Borghese. Allí, antes de cumplir la mayoría de edad, comenzó su carrera gracias a la riqueza de su primer patrón y mecenas, el cardenal Scipione Borghese, sobrino del Papa Paulo V. «Quiero que cada estancia estimule la imaginación», le pidió. Y él respondió con sus primeros grupos escultóricos, los maravillosos ‘Eneas, Anquises y Ascanio’ (1618),‘ Apolo y Dafne’, ‘Rapto de Proserpina’ o ‘David y Goliat’ (1623). En el vigésimo aniversario de la reapertura de la fastuosa pinacoteca, esta retrospectiva reunió hasta 76 obras maestras, entre mármoles, bronces, lienzos, dibujos y maquetas. Los espectadores de Cines Van Gogh la disfrutarán desde la butaca los jueves 10 y 17 de junio.

Si la única exposición precedente, de 1998, se centraba en la primera década de su trayectoria, aquí se presenta el arco completo: de las colaboraciones iniciales con su padre y primer maestro Pietro («¡Este niño será el Miguel Ángel de su época!», exclamó el Papa cuando le entregó un boceto de San Pablo) hasta sus últimos trabajos, como el busto ‘Salvator Mundi’, concebido en 1678, casi octogenario.

La National Gallery, el Louvre, el Metropolitan neoyorquino y un puñado de instituciones han cedido las piezas temporalmente. Solo así se pueden admirar juntas las dos versiones del Cristo Crucificado, una proveniente de Madrid y la otra de Toronto. También explorar la relación entre su escultura y su pintura, con algunos de sus cuadros (una docena de retratos nunca antes reunidos). Ante la imposibilidad de trasladar las obras urbanas (fuentes, altares), se muestran maquetas y planos que permiten analizar su método de trabajo.

Durante su larga vida, sirvió a nueve papas. Casi como una crónica de su tiempo, conocemos a Paulo V (busto de 1618) o a Gregorio XV (1621), pero también a personajes europeos como el cardenal Richelieu, al que nunca vio en persona y elaboró a partir de una pintura, o al rey Luis XIV, una extraordinaria terracota ecuestre que trasladaron a mármol sus aprendices con inferior resultado. «No creo que vuelva a haber una exposición tan completa sobre Bernini», resume Anna Coliva, la comisaria y directora de la Galería Borghese.
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