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Beneficios de la psicología cognitiva

14/05/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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La semana pasada, con otros 115 afortunados, escuché en el Palacio Conde Luna a Rafael Santandreu, un divulgador serio de la psicología cognitiva. Vino a León para presentar su último libro: Nada es tan terrible.

Calificado como un ‘estoico vivo’, sus enseñanzas son compartidas tanto por el budismo como por el cristianismo: de hecho, glosó la parábola del joven rico que por no renunciar a sus riquezas no pudo seguir de cerca a Jesucristo. Y es que hay dos conceptos básicos en la psicología cognitiva que tienen que ver con el hecho religioso: ‘la renuncia’ –alegre y mental– y ‘la creación de un nuevo marco de disfrute’, que viene a significar que cualquier situación de nuestra vida puede dar ocasión a un nuevo disfrute: «Tú tienes esa llave», nos dijo. «Cualquier cosa de tu vida puede ser súper interesante».

Además, asegura, en dos o tres meses puedes conseguir el 80% del cambio deseado. Es cuestión de fijarnos en esos pensamientos neuróticos que nos generan necesidades inventadas. Puso el ejemplo de esa ‘necesidad’ de vivir en pareja –que la sociedad califica de panacea– cuando todos los datos nos dicen lo contrario: el 50 % de las parejas se separan o divorcian antes de 10 años, el 40% no lo hace por el qué dirán, por los hijos o por cuestiones económicas y solo de un 10% se puede decir que son felices viviendo así. ¿El mantra?: «Le quiero, pero no le necesito».

Resultó especialmente interesante el turno de preguntas: calificó la psicología psicoanalítica «de completa estupidez: no funciona; ni nunca lo ha hecho»; alabó la hipnosis para dejar de fumar o adelgazar aunque solo «es efectiva en un 20% de la gente»; nos alertó de los ansiolíticos: «nunca los deberíamos tomar, producen adicción»; nos previno de los antidepresivos: «en el 50% de la población no hacen nada; en el otro 50%, algo»; animó a la práctica del ‘mindfulness’: «todos los días, al menos 15 minutos; funciona»; y nos avisó de que cada vez hay más neuróticos: «no pretendamos que todos nos traten bien todo el tiempo; no es tan importante».

Después de la charla nos fuimos con unos amigos a tomar algo y nos preguntó por las ventajas de vivir en León. Estoy seguro de que volverá, al menos para hacer senderismo, una de sus pasiones. O para vivir en estado ananda: «la alegría sin causa, saborear todo lo que te ocurre, el aire que respiras, el haberte levantado esta mañana…».
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