04/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Los vientos sociales que soplan actualmente no son muy halagüeños para ciertos sectores de la sociedad y hay varias causas que inciden en dicha estimación que vamos a tratar a continuación.

Nos vamos a detener en las personas que por su edad alcanzan el bendito retiro y que lo han ganado después de cumplir edad, años de rendimiento en el trabajo y una tranquilidad.

Suelen ser años para disfrutar de todo lo que no se ha podido por efecto del cumplimiento de los deberes propios de la profesión, los horarios poco racionales del trabajo y de los sinsabores que se desprenden del ejercicio propio del empleo que se ha desempeñado.

Todo eso está bien, pero ciertos sectores de la sociedad comienzan a ver al habitante de la edad de jubilación como una especie de ser privilegiado, molesto y ocioso al que se le van adjudicando tareas en el ámbito familiar casi de servicio, aunque la persona lo realice con dedicación, cariño y dedicación exquisita.

La Administración que vigila tan defectuosamente los dineros, por otra parte, detraídos en la época de trabajo para amparar el retiro de los mayores, airea el fantasma de los fondos de jubilación cuando se muestra derrochona y falta de conciencia, y ve que la caja del ahorro de las pensiones disminuye porque ha administrado mal.

Mas, detengámonos en varios aspectos que podemos mencionar como el ninguneo a la edad provecta y que debería ser tratada con más estima y consideración, incluso con veneración y consulta, porque son los representantes de la veteranía y el dominio de la experiencia.

Hoy no se valora nada más que la belleza efímera de la operación estética, el consumismo de la apariencia, el postureo de la presunción y la falta de valores básicos.

Se deteriora en cambio la consideración hacia aquellos que han ofrecido su vida por el desempeño de un empleo en el entramado social.

Los mayores son contemplados como algo que ya no pueden disfrutar de todo lo que le ofrece la vida en la medida de sus fuerzas porque han cumplido una edad y se refleja en medios de comunicación y la publicidad se orienta también hacia este objetivo.

Algunos hijos interesados sólo ven en sus padres un ahorro de energía y emolumentos a la hora de resolver el problema de la falta de coordinación de los horarios de trabajo con los de la educación que reciben sus hijos y les otorgan el papel de padres adoptivos y así les resuelven la papeleta cuando ellos, jóvenes activos, deberían presionar a la Administración para que los horarios fueran más racionales y la conciliación efectiva, no de propaganda.

Los seres humanos de cualquier edad tienen derecho a disfrutar del tiempo que les ofrece la vida y más cuando ya lo han dado todo en el trabajo: divertirse, viajar, caminar, participar, enamorarse, etc. ¿Por qué entonces surgen dudas, interpelaciones y apelativos raros en el momento que una persona de edad afronta una situación determinada o bien se incide en que la edad es un obstáculo para desempeñar una determinada actividad social? Y eso lo vemos cotidianamente en los medios, en las televisiones, en los anuncios incluso oficiales, utilizando un lenguaje displicente de perdonavidas poco acorde con los derechos de las personas a disfrutar de su vida como deseen si tienen sus facultades correctas.

Las personas de edad, mayores, tienen derecho a la opinión y a ser consideradas no como rémora, sino más bien como consejeros y asesores. Deben participar en todo aquello que deseen porque la tendencia es a apartarles de las muchas actividades porque se considera que ya no las pueden realizar o estorban sencillamente.

Si pensáramos que la edad afecta a todos y que el final de los días se debe asumir como algo natural e inherente a nuestra condición humana que ya la llevamos cuando nacemos, todo iría mejor. Las civilizaciones que postergan a sus ancianos y les arrinconan están marcadas con el signo de su desaparición y decadencia porque están tirando por la borda años de experiencia y sabiduría.
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