27/05/2022
 Actualizado a 27/05/2022
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Hay quienes basan su vida en el enfrentamiento, en hacer bandos, en etiquetar quién es bueno y quién es malo… Van de progres, pero curiosamente, son los más intransigentes, los que menos miran por el futuro y los que están más anclados en tiempos pasados de conflictos y revanchas.

A lo largo de la historia esto ha sido así desde que el mundo es mundo y solo responde a intereses económicos o ansias de poder de unos pocos que, en contra de las inquietudes normales del resto de los ciudadanos, azuzan la rivalidad entre personas que tienen sueños, miedos y deseos muy similares, pero que, por razones socioeconómicas, biológicas o de simple suerte, están y son de una determinada manera.

Multitud de guerras se han basado en ser de un país u otro, una polis u otra, una etnia u otra, una raza u otra… Más recientemente, durante el siglo pasado, la búsqueda del enfrentamiento se sofisticó, y como la economía de mercado empezaba a establecerse, había que incorporar razones económicas y de ‘clases’ en esa lucha y en la creación de bandos irreconciliables como era la burguesía y el proletariado.

Esa lucha de clases les ha servido a muchos para mantener viva la llama del conflicto, justificar su existencia y su propio enriquecimiento, mientras que por el camino han ido cayendo millones de personas en distintas guerras que les han venido impuestas y con las que realmente poco tenían que ver, mientras los impulsores del odio vivían cada vez más cómodamente.

Según iba avanzando el siglo pasado y la clase media se empezaba a extender, esos argumentos de la lucha de clases iban perdiendo gancho, haciendo peligrar la existencia de los partidarios del enfrentamiento. Hoy en día, aunque se están esforzando en terminar con la clase media que les amenaza, han inventado e intentan extender otro conflicto aún más sofisticado: la guerra de sexos.

¿No me digan que no es sublime? Como la condición económica cada vez era un aspecto menos diferenciador, inventemos un supuesto conflicto entre hombres y mujeres, porque si cala en la sociedad, los de siempre tendrán justificación para perpetuarse eternamente porque siempre habrá hombres y siempre habrá mujeres.

En esa lucha de sexos es importante definir perfectamente quién es el malo y quién es el bueno. Siempre, en cualquier caso, pase lo que pase y hagan lo que hagan, los de un bando siempre serán malos y los del otro siempre serán buenos en esa tendencia colectivista que tiene la izquierda.

Sirva como ejemplo el indulto por parte del Gobierno a la secuestradora María Sevilla, condenada por sustraer, ocultar y no escolarizar a su hijo durante 2 años, sometiendo al pequeño a un adoctrinamiento brutal, hasta el punto de decir a la policía que su padre era el demonio. Imaginen qué pasaría si el secuestrador fuese un padre en lugar de una madre.

Juzguemos a la gente por lo que hace y no por lo que es.
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