22/04/2020
 Actualizado a 22/04/2020
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Casi no alcanzaba a la barra de los bares. No importaba. Allí estaba yo, con una sonrisa de oreja a oreja, mañana de domingo, después de misa y antes de comer, tomando el vino, con mi padre. En realidad, yo tomaba mosto. Lo sigo tomando. Es una de esas reliquias de las que uno no quiere desprenderse por temor a perder del todo la infancia, la feliz ingenuidad. Tengo ese recuerdo de satisfacción, de ser pequeño y estar al lado de alguien grande, en un sitio de grandes, haciendo lo que hacían los grandes, aunque yo bebiera mosto. Cuando estoy en Benavides, sigo saliendo a tomar el vino, con los amigos de toda la vida, con mi esposa, con mi padre todavía –y por muchos años– y ahora también con León, que pide, igual que yo, mosto.

Curiosamente, la imagen que me viene al pensar cuándo tomé conciencia de la realidad de la familia, es un bar. Mi madre, mi padre y yo, sentados a una mesa en el bar de Melilo, la tarde de un domingo, ellos tomando un café, yo un mosto. Éramos los tres, diferenciados del resto del mundo, una familia. En un bar también, supe lo que era pertenecer a una nación. Fue en la semifinal de la Eurocopa del 84 contra Alemania. Nunca olvidaré el gol de Maceda y los gritos, lágrimas y abrazos que nos dábamos todos, mayores y pequeños como yo. Allí conocí la alegría de ser español.

Con los años, fue creciendo en mí ese espíritu que inflama el pecho de los descubridores y me lancé a la conquista del vasto universo de los bares. No cambio el dorado encontrado en esos nuevos mundos por todo el oro del mundo que me dieran. A León Felipe las palabras se le iban como palomas de un palomar, así me sucede con los nombres de cada una de esas islas de este maravilloso archipiélago de los bares. Quiero hacer mención de dos, por ser de alguna manera mi alfa y omega de esta religión. El Compás, en Benavides y Casa Lucas en Madrid. En ellos y en todos los que completan este sudoku he conocido a algunas de las personas más interesantes de mi vida, me he enamorado, he brindado y he encontrado refugio, compañía en la soledad y aliento en el desánimo. He aprendido algunas reglas esenciales de la vida, sobre la abundancia y la miseria, he sido feliz.

Vienen malos tiempos. Habrá que encontrar la manera de devolverles lo mucho que nos han dado.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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