24/03/2019
 Actualizado a 12/09/2019
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Bandera falsa o culpabilidad equívoca es toda operación encubierta llevada a cabo por gobiernos o formaciones políticas diseñadas para aparecer como si fueran llevadas a cabo por otras entidades.

Para quien suscribe, sería una sorpresa que en el reciente apagón de Caracas no estuviera detrás la injerencia de los EE.UU. El fin justifica los medios. Como en casos precedentes, el propósito es acabar con un régimen inconveniente, el bolivariano de Venezuela desde la subida al poder del comandante Chavez y su sucesor Maduro. En su función de «centinelas de occidente y preservativos contra el comunismo», los yanquis suelen utilizar como método el sabotaje, el bloqueo, las sanciones económicas o cualquier pretexto (armas de destrucción masiva) para desestabilizar en su interior a cualquier país no allegado, antes que recurrir a invadirlo militarmente. Véanse lo casos de Chile, Panamá, Granada, Vietnam e Irak, por poner sólo algunos ejemplos. A este imperialismo capitalista respondían no menos los soviéticos hasta su descomposición con el imperialismo revolucionario en el férreo control de sus satélites. Véanse los casos de Hungría y de Checoeslovaquia.

El caso de Cuba es paradigmático. Oí por la radio a unos exiliados venezolanos responsabilizar a la inteligencia castrista de la instauración del régimen bolivariano. Es evidente que tras el éxito de la revolución cubana, parte del castrismo intentó meter sus narices en América del Sur e incluso llegar hasta Angola. Y la réplica estadounidense no se hizo esperar con la eliminación del ‘Che’ en la selva boliviana y el desembarco fallido en la Bahía de Cochinos, a lo que siguió el posterior bloqueo económico de la perla del Caribe.

España no puede olvidar su papel victimario de bandera falsa cuando al cabo de dos meses del hundimiento repentino en el puerto de La Habana del acorazado Maine, en 1898, EE.UU nos declaró la guerra. El hecho ha sido objeto de especulaciones: el hundimiento fue un hecho fortuito desde el interior, o desde el exterior producto de una mina, o por los mismos EE.UU para justificar una confrontación bélica contra España.

Otra bandera falsa fue lo acontecido durante la Guerra Civil en la población vasca de Guernica. Durante un tiempo se culpó a los propios republicanos vascos de haberla incendiado en su retirada ante la inminencia de las tropas nacionales. Pero, tras pruebas irrefutables, el franquismo no tuvo más remedio que admitir que el genocidio había sido causado por la fuerza aérea alemana de la Legión Cóndor.

Un par de años después de lo de Guernica, se produjo en el bosque de Katin el asesinato de 21.718 víctimas polacas, entre oficiales del ejército, policías y civiles de diferentes profesiones. Nazis y soviéticos se inculparon mutuamente de ser los verdaderos causantes de la matanza. La Unión Soviética negó su participación hasta que el gobierno de Mijail Gorbachov reconoció que había sido la NKVD, la policía secreta soviética, la responsable de la masacre y su encubrimiento.

El 11-M en Madrid ha supuesto la mayor atrocidad en número de muertos cometida hasta ahora en Europa por los terroristas yihadistas. Al ejemplar despliegue del pueblo volcado en socorrer y atender desinteresadamente a las víctimas, los responsables políticos del momento estuvieron entonces más enfrascados en enarbolar mutuamente bandera falsa, en si los perros eran galgos o podencos. Condolidos, sí, pero mucho más atentos a las consecuencias de seguir manteniéndose en el poder o en aprovechar la oportunidad para alcanzarlo.
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