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Autoestima y patrimonio

22/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Paso estos días en Asturias y las evidencias de la autoestima colectiva local están por todas partes; en los bares, las cartas de menú del restaurante, las visitas a los monumentos o los paisajes con banderas del Principado. Nada impide que hasta el último asturiano se sienta orgulloso de serlo a pesar de que muchos bares son chigres, los menús se repiten con escasa creatividad, los monumentos se relatan con una parcialidad histórica notable y los paisajes llegan a cansar por su homogeneidad. Nos encanta –a mí el primero– Asturias, pero es el ambiente que se respira entre el colectivo lo que te arrastra a valorar lo que ves. Porque para un asturiano, ser de allí tiene caché.

Por el contrario, en León nadamos a contracorriente. Los poderes políticos de la Junta de Castilla y León están empeñados en hurtarnos la identidad, como si fuera pecado manifestarla. Ser leonés y declararlo está mal visto por algunos y no concita el reconocimiento institucional. Miran de reojo nuestras fiestas típicas, minorizan nuestra apabullante gastronomía, el patrimonio se cae o no se estudia con la intensidad y el rigor debidos. Ser de la autonomía de Castilla y León es una birria que no reporta ventaja alguna a un leonés. La comparación con Asturias ofende el sentido común.

La desafección a la identidad leonesa afecta a nuestra proyección exterior y no permite una correcta promoción de nuestros peculiares vinos, por ejemplo, siempre mezclada con otros que juegan con ventaja. La dilución de lo leonés en las universidades autonómicas es un canto al nacionalismo excluyente. Lo que está pasando con la destrucción del Camino de Santiago en la Somoza sería incomprensible en Asturias o Galicia, donde la autoestima colectiva llega a las instituciones a través de los miembros en sus comisiones de control. Este episodio de arrasamiento con un camino milenario solo se explica por la estulticia o la negligencia. Ese «dejarlo correr para no meterse en líos» ha calado hasta los tuétanos en un aparato administrativo en el que la osteoporosis ideológica hace retemblar los principios intelectuales.

Por eso la reivindicación vehemente, que no enfadada –cosa a veces difícil–, la resistencia, la argumentación fundada y la valentía son los caminos para revertebrar la sociedad y la administración. Hay sujetos que dudan si es más importante preservar el patrimonio de todos o contentar a un consejero, o que no saben que ignorando la identidad de los leoneses no les sirven, sino que les atacan. La recuperación del orgullo colectivo de los leoneses es una prioridad, ya que permite mover a las personas en pos de un objetivo sin pagarlas.
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