13/04/2021
 Actualizado a 13/04/2021
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La semana pasada se celebró, en la intimidad familiar, el funeral y entierro de Don Aureliano Fernández García, uno de los empresarios más destacados del Bierzo y de la provincia. De no haber sido por las limitaciones impuestas por la situación de pandemia, hubiera sido una celebración multitudinaria. Pero no por ello podemos silenciar la importancia del testimonio de su vida familiar, religiosa y empresarial.

En medio de esta gran crisis sanitaria, social y económica que estamos viviendo en España, no debería ser difícil comprender la necesidad de que exista gente emprendedora y creadora de puestos de trabajo. Es lo que ha hecho Aureliano a lo largo de su vida. Sin duda es éste el camino que puede sacarnos de la miseria y no el de la demagogia populista.

Nació en San Pedro de Trones, pueblo pionero en la industria de la pizarra, en el seno de una larga familia numerosa. Cinco de sus hermanos fueron ordenados sacerdotes y el más pequeño llegó a ser obispo. Sin duda la vida de Aureliano ha estado siempre marcada por una espiritualidad sincera y profunda y es gratificante destacar en él el saber conjugar la vida empresarial con la vida cristiana. Decimos esto porque con frecuencia muchas personas que logran grandes éxitos empresariales y económicos caen fácilmente en la tentación del endiosamiento y la soberbia. Convierten el dinero en su dios, se creen autosuficientes y miran a los demás por encima del hombro. Por supuesto parecen ignorar que son mortales. Recuerdo haber oído en cierta ocasión al dueño de una gran empresa: «Un hombre de negocios como yo no puede perder tiempo en ir a misa». No tardó muchos meses en ir, a la fuerza y a hombros. Aureliano siempre tuvo tiempo para participar en la Eucaristía y fue todo un ejemplo de amor a la iglesia, de palabra y obra, con gran generosidad. Sin duda se extraña mucho la ausencia de su voz en el coro de su parroquia en el que cantaba con tanta ilusión y devoción.

Aureliano era una persona sencilla y natural, totalmente ajeno a la ostentación, a veces ridícula, de quienes presumen hasta de lo que no tienen. Amante de su familia, de su querida y buena esposa Esther, de sus hijos y nietos y demás familiares… estaba dotado de una gran inteligencia y espíritu de trabajo. Esa sabiduría le llevó al éxito en sus trabajos temporales, pero habría quedado muy incompleto si ello le hubiera hecho olvidar los valores eternos. Descanse en paz y que el cielo disfrute también su voz en el coro de los ángeles y los santos.
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