Imagen Juan María García Campal

Aun todo, desde el Paraíso

30/12/2020
 Actualizado a 30/12/2020
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No me canso de decir que me privilegia la vida, que en ella he gozado y gozo de muchos privilegios. Sin ir más lejos, y a modo de ejemplo, hoy que andaba yo más torpe de lo normal a la hora de afrontar esta comparecencia semanal; así como dispuesto a darme al tópico fin de año quejándome de él, de repente, como colleja ética en toda la testa, recordé la noche lluviosa en que, por primera vez, osé leer unos de mis renglones cortos en público. Mejor, vino a mi mente el hombre que se acercó a protegerme con su paraguas. Mejor aún, vino a lo mejor de mí el hombre bueno que acabó sujetándome el papel que intentaba leer y que temblaba a mi ritmo esencial y ya sustancial. Para ser justo: me iluminaron día y vida Toño Morala y su sol cotidiano Mar Ferreras. Sí, me embridaron ánimo y voluntad, esos dos humanísimos seres que tanto me han dado y enseñado del arte de vivir. De vivir con dignidad.

Y así, con ellos en mí y aún toda tribulación presente, sabiéndolos cartas de navegación con las que, aún las hirientes incertidumbres, incomprensiones y sentimientos de indignación, mal que bien, salvaguardar el rumbo en que, cual chalana, procuro transitar días y vida. Carta de navegación y también noráis donde amarrar la precisa serenidad y arrojo para acometer cada día y cada noche.

Cómo me los recordó a ambos Clément Rosset cuando en su ensayo ‘El escudo de Aquiles’, uno de los tres estudios publicados bajo el título genérico de ‘El lugar del paraíso’ nos dice que «la alegría de vivir constituye una sustancia del todo independiente de sus accidentes», que «esta alegría se ve expuesta constantemente a parones: por tortura, física o moral, por la muerte» y que siempre «se podrá objetar, naturalmente, que este paraíso terrenal es la otra cara del… que prometen ciertas religiones». Pero que «también podemos objetar que este paraíso es el paraíso mismo». Sí, sabiéndolos, sintiéndolos uno sabe que, aún las largas borrascas de vario tipo, uno solo puede afirmar que, por contradictorio que parezca, son y hacen, que me son y hacen, Paraíso.

Dejó escrito Chesterton que «siempre se ha creído que existe algo que se llama destino, pero siempre se ha creído también que hay otra cosa que se llama albedrío. Lo que califica al hombre –(se atrevería a decir este aprendiz de escribidor que también a los dioses, de haberlos)– es el equilibrio de esa contradicción». Por eso, aun año y vidas, gracias a ellos, Toño y su sol Mar, yo les escribo, hoy, desde el Paraíso.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
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