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Atropellos de ida y vuelta

28/02/2020
 Actualizado a 28/02/2020
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Ya es historia la vaca parda que paseando por el Curueño tuvo la osadía de tropezar con una locomotora, los 4 minutos de retraso del tren y los 800 euros por falta leve que pagó Nayu, dueño de la vaca. Un percance convertido en noticia cuando lo leve degeneró en grave, los 800 euros en 38001 y el tropiezo en atropello. Sí, atropello. Atropello ejercido por un sistema cegado por el afán recaudatorio. A Nayu, a quien no asustan los buitres que sobrevuelan las peñas, le hicieron muy grandes las noches los que anidan en despachos, inflados de poder y amparados por siglas. Es fácil imaginar su impotencia ante burócratas invisibles, instalados en sillones de espaldas al campo. Cómo explicarles que una vaca no es una mascota a la que se pasea con una correa al cuello y el sudor que cuesta atender una ganadería de más de cien vacas, sin ser terrateniente con empleados. Y cómo explicar a Nayu que su caso es pura metáfora. Que si su vaca hubiera leído a Walter Benjamín, sabría que «el capitalismo es una locomotora sin frenos» y lo que vio venir no era un tren, era el poder, al que no debe rozarse. El poder de los que llevan años atropellando impunemente los derechos de muchos ciudadanos, incumpliendo sus obligaciones como servicio público en algunas zonas de la montaña leonesa, desatendiendo de forma reincidente a los usuarios que soportan averías, retrasos no justificados o cancelaciones sin previo aviso. Pasajeros tirados en estaciones o apeaderos, obligados a coger un autobús (en el mejor de los casos) o un taxi hasta el pueblo más cercano que disponga de autobuses, para regresar a León. Es curioso que ante tanto agravio al ciudadano, los justicieros expendedores de multas sigan mirando «como las vacas al tren», sin exigir a esta empresa que indemnice a los usuarios perjudicados, ni consideren falta grave el abandono de pasajeros en los pueblos.

Aconseja el dicho taurino «hasta el rabo todo es toro» no fiarse del animal, que puede dar la espantada con el último suspiro. Así ha sido. El hartazgo y la rabia contenida de los paletos leoneses a los que un tren lleva años toreando y atropellando sus derechos, reencarnados en vaca, han sido el detonante para unir su queja contra una «justicia» implacable con el débil. De nuevo, el clamor popular dio un ejemplo de cordura y consiguió el indulto para el ganadero que pretendían descabellar los que descarrilan sobre moquetas, de espaldas al campo, pero atentos a los medios. Ya rugen los tractores… hasta el rabo, todo es vaca.
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