14/04/2016
 Actualizado a 16/09/2019
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Esto de hoy trata de un sentimiento, de una de las pastillas que tomo para poder seguir viviendo. ¿Porqué soy del Athletic?, ¿porqué no soy seguidor de los grandes, de los pérfidos, de los grandones, de los soberbios? Seguramente es porque nací así y no lo puedo cambiar. Los argumentos que voy a exponer a continuación no significa que yo tenga la razón. Es más: estoy seguro de que no la tengo. Pero me da igual.

No se puede, sobre todo por una buena higiene de vida, ganar siempre. Es imposible soportar la tensión de la victoria continua. Perder es normal, como es normal coger las anginas o la gripe una vez al año. Lo que no es tan normal es pillar una hemofilia o, siendo más bestia, una sífilis o una gonorrea. Uno cree que ese tipo de enfermedades son las que tienen los poderosos, los que hacen de su capa un sayo, los que viven con el único destino de engrandecer su poder, que, al final, se convierte en miseria.

No se puede andar pisando cabezas todos los días, a todas las horas. Cuando alguien lo hace es que está enfermo de poder. Conquistar el poder conlleva dejar algún cadáver en el camino. La ambición, la soberbia, confunden la mente. Todas las ‘trías y las cias’, (egolatría, falocracia), son síntomas de un mal mayor: tenerla pequeña, o creerse que la tienes pequeña, que es mucho más grave. O, también, de haber sido educado por unos padres que no aprobaron ni los trabajos manuales en el curso intensivo de padres. Ver a determinados personajes públicos ‘hacer el pon’ después de marcar un gol, después de haber obtenido unos excelentes resultados en las elecciones o después de incrementar su fortuna en una pila de millones, a mi, sinceramente, me da un poco de asco. (‘Hacer el pon’ es, por ejemplo, quitarse la camiseta y enseñar pectorales mientras gritas como un macaco, besar a un colega en la boca delante de trescientas personas sabiendo que va a ser portada en miles de periódicos, que es lo que en verdad se buscaba, o entregar veinte millones de euros de una fortuna de setenta mil millones para hacer obras de caridad).

Se puede engañar a una persona un día; se puede engañar a miles de personas varios días; pero no se puede engañar a todo el mundo siempre. Pero los pérfidos, los grandones, los soberbios, lo intentan. Y no escatiman ni dinero, ni prestigio para conseguirlo. La inmensa mayoría de los medios están comprados. No es ninguna teoría de la conspiración; es fijarse. Un medio, me da igual su nombre, debe de informar y dejar espacio para las opiniones de cuatro descerebrados, (por ejemplo, una servidora), para que saquen sus sapos y sus culebras del alma. Pero sobre todo tienen que informar, a ser posible de una manera imparcial. Y esto último no lo hacen. Opinan y opinan, pero no informan. Es lo que hizo Goebbels toda su vida: repite una mentira mil veces y por arte de magia se hace verdad. Arriman el ascua a su sardina, mejor dicho, a la sardina de quien les paga en forma de publicidad, subvenciones canallas, etc. Esto lo hacen, claro, lo poderosos. El Athlétic no. No es por dinero, que para eso somos de Bilbao y nacemos donde nos da la gana y tenemos guita para dar de comer a los conejos.

Ser del Athlétic es algo que no creo que pueda explicar. Es, al mismo tiempo, amar las tradiciones, los sueños, el pueblo, la vida... Y luego es tener el campo más bonito de España, una afición que lo llena y en la que coexisten sin problemas abertxales, gente del PNV, del Psoe, del Pepe o de Podemos, todos mezclados. Y miles y miles de seguidores que nacimos en el Bilbao que nos dio la gana y a los que no nos importa que ganen o que pierdan. Si ganamos, como dios; si perdemos, nos levantamos, felicitamos al contrario y a seguir viviendo. No creo que me haya explicado del todo bien, pero me da igual. Sois sagaces y lo entenderéis.

Salud y anarquía.
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