"Aquí todos viven el cementerio"

El pueblo está vacío, al morir Isaac, el último vecino, su viuda se fue a Ferreras. Sin embargo el cementerio está muy cuidado, en un lugar privilegiado, a la sombra de una cruz

Fulgencio Fernández
07/03/2021
 Actualizado a 07/03/2021
El muy cuidado cementerio de Las Muñecas después de haber permanecido varias décadas sin ningún entierro en él, hasta que Anselmo... | MAURICIO PEÑA
El muy cuidado cementerio de Las Muñecas después de haber permanecido varias décadas sin ningún entierro en él, hasta que Anselmo... | MAURICIO PEÑA
Me llamó la atención la expresión con la que  me contaron que en Las Muñecas no quedaba ningún vecino: «Allí viven todos en el cementerio».

Recordé la impresionante foto de noviembre del 19, en un reportaje de Laly del Blanco sobre el entierro de Isaac, el último habitante de Las Muñecas pues su viuda se iba a vivir al cercano pueblo de Ferreras. En la imagen estaban todos los vecinos en el cementerio.

Regresan algunos habitantes en verano pero el pueblo está vacío. Y, sin embargo, quise entender la expresión pues el pequeño cementerio, al margen de estar en un lugar privilegiado, está cuidado como pocos, con nueve panteones que seguramente recuerdan a cada una de las familias de Las Muñecas. Y presidiendo, justo en lo alto de la ladera de enfrente, una gran Cruz de madera,  incrustada en la piedra, que dicen que está podrida desde hace años pero ella resiste en pie.

Curiosa la historia de este cementerio. Hacia décadas que nadie se enterraba en él hasta que un recordado vecino, Anselmo del Blanco, al que llamaban El Ruso por unos penetrantes ojos azules que no parecían de estas tierras, visitó el lugar —más bien le llevaron pues él ya no podía— en la recta final de su enfermedad mortal y le comunicó a su familia que «quería ser enterrado allí, en su pueblo, en Las Muñecas.

Falleció y nadie dudó en cumplir su deseo, pero hubo que hacer el camino a toda prisa, en un solo día, con la ayuda de vecinos de pueblos cercanos como Ferreras aunque, finalmente, no pudo subir el coche fúnebre  y le llevaron a hombros.

Pero a raíz del gesto de Anselmo otros vecinos decidieron lo mismo, ser enterrados en su pueblo. Se arregló el camino, también los panteones, se mantiene el privilegiado y soleado lugar. No en vano, como decía el vecino, «viven todos en el cementerio».
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