Aquí, cada uno "a su bola"

Fulgencio Fernández y Mauricio Peña
07/01/2021
 Actualizado a 07/01/2021
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Cada Navidad recuerdo una vieja anécdota que ilustra como pocas la distancia entre los mundos reales y los mundos de Yupi en los que se mueven los que viven en los telediarios. Era Nochebuena, en el Hogar del Transeúnte, donde una decena de solitarios mataban el tiempo entre peladillas, higos y gaseosa La Pitusa sabor naranja. Llegó la hora del discurso del Rey de entonces, el hermano Marcelino subió la voz para que escucháramos... Y comenzó a hablar.

– En esta noche tan entrañable...

– A tú bola, Majestad; le cortó uno de los de la decena, que se levantó y se fue sin querer escuchar una palabra más. Marchó para la cama.

Un día creció en la plaza de la Catedral una nueva escultura, a imagen y semejanza de los caprichos estéticos de la señora concejala, y las gentes le dijeron «a tú bola, autoridad» y por más que quisieron vestirla de historias de paseos, de familia... el pueblo la bautizó según su realidad. Unos dijeron que era un maniquí de El Corte Inglés y los más le llamaron el «estudiante de la ESO» porque su padre tira para un lado y él va para el contrario.

Y ajenos a una realidad u otra, a la ESO o la familia, caminan a su bola los señores canónigos, que ahora lo que toca es colocarse dónde corresponda que hay obispo nuevo. Aquí, cada uno a su bola.
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