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Apartamentos turísticos vs viviendas de alquiler

28/02/2020
 Actualizado a 28/02/2020
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Es cosa innegable que la mente humana no para de trabajar buscando maneras de cumplir la primera parte, y facilitar así la segunda, de aquello que Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, dijo allá por el siglo XIV (supongo, aunque nació a finales del siglo XIII, y mira que ha llovido): «dos cosas mueven al hombre a trabajar. Una es por la mantenencia y otra para haber juntamiento con fembra placentera».

Sin entrar en disquisiciones, que quizás hasta se podría, así ha sido por los siglos de los siglos y no iba a ser hoy diferente.

Si además añadimos aquello de que «el casado casa quiere» y que en España la vivienda ha sido el norte y guía de las apetencias personales, amén del refugio de inversión más generalizado, no es de extrañar que se busque todo tipo y manera de complementar todo ese mundo del ladrillo y obtener de éllos mejores resultados posibles.

Empezó ya hace bastantes años con la puesta en marcha de las casas rurales, una manera de salvar casas ofreciendo a los urbanitas la posibilidad de pasar unos días en el campo, lejos de los barullos de las ciudades, ayudando a salvar inmuebles generalmente anticuados y con mucha probabilidad terminar en el suelo.

Se ordenó el sistema (más o menos), se dieron facilidades, incluso ayudas, y se consiguió una muy amplia red de ellas por todo el territorio nacional, para todos los gustos y, en general, para todos los bolsillos, no sin que la picaresca, algo tan viejo como el Arcipreste, dejara su marca en más de una ocasión, con casas imposibles de alquilar porque, cómo no, algún listo aprovechó la ocasión para autoarreglarsela al socaire de la normativa.

En cualquier caso, ahí están y bienvenidas sean.

Y luego han venido los apartamentos turísticos, que han florecido como las setas en cuanto llueve y hace sol (aunque, en verdad, las setas no florecen).

Bien podría decirse, además, que ese rapidísimo y abundante florecer ha pillado con el pie cambiado a la administración, tan reguladora ella.

Supongo que los primeros fueron espontáneos y al socaire de las zonas verdaderamente turísticas, los segundos al chollo de las redes sociales y los terceros a la sombra de la regulación que hacía aguas por todos los lados.

Porque la verdad es que, salvando las distancias entre núcleos verdaderamente generadores (léase zonas de veraneo y grandes capitales), y el común de los mortales, es decir el señor de ciudad pequeña que tiene una vivienda, incluso un edificio con posibilidades, todo esto tiene la pinta de que la administración se está viendo superada por la realidad.

Por un lado, la competencia que supone para la hostelería de siempre, sometida a regulaciones e impuestos a la que se hace competencia, por otro, en el caso de pisos aislados en un edificio, el incordio para los vecinos, incluso el propio funcionamiento del control interno, del usos y/o abuso sistema, no hace que la cosa sea fácil, y de ahí los bandazos que se están viviendo.

Hay además una pregunta en el aire, que, reconozco, yo me he hecho ¿Porqué esta proliferación tan rápida? ¿Porqué alguien que tiene una vivienda, incluso todo un edificio, que puede alquilar por años, se mete en el berenjenal de acondicionar para un uso de rotación, discontinuo, especialmente en una ciudad como León u otras similares?

He preguntado y las respuestas han sido variopintas, si bien había una bastante generalizada: mientras el arrendamiento se vea maltratado por el sistema actual (y, en general, ya de antes),se prefiere el uso turístico, al menos de momento.

No sé si tienen razón (es su dinero y su experiencia), pero lo que sí es cierto es que la legislación de alquileres no ofrece precisamente mucha seguridad jurídica al estar cambiando cada dos por tres, primero liberalizando, luego protegiendo, luego volviendo a liberalizar, pero menos, o más, vaya usted a saber.

Y está bien que se trate de proteger al inquilino, en principio la parte más débil, pero no a base de cargar sobre los particulares las responsabilidades que tiene la administración de procurar soluciones a los más necesitados.

No es admisible que un desahucio «rápido» tarde meses porque sí y más meses aúnpor el riesgo de exclusión social porque no hay alternativa de alojo, corriendo todo a cargo del propietario al que, además, se le suele tildar de «rico», cuando su riqueza es, a lo mejor, su único medio de vida.

Y luego… cómo te dejan el piso. Sin contar con los «profesionales» del alquiler impagado (yo tengo un primo que es de esos).

Así las cosas, no es de extrañar que huyan del alquiler como del fuego, negándose a ello o buscando nuevas soluciones.

La mejora del mercado de la vivienda de alquiler no pasa por apretar las clavijas a los particulares, sino por que las administraciones, todas, asuman la puesta en el mercado de cantidades suficientes de viviendas en alquiler a precio razonable, como existe en europa,cosa que se sabe desde hace decenios pero que nadie ha querido asumir. Eso sí que regula el mercado.

Y como ahora el déficit ya es enorme, tiramos por la calle del medio y miramos al techo (la administración, claro). Pues bueno.
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