Antonio Martínez Llamas: "No soy partidario de las distopías ni las ucronías"

El médico y escritor leonés retoma la novela histórica con una pormenorizada recreación de la batalla de Peleagonzalo, en los aledaños de la localidad de Toro, donde se decidió el destino de las Españas

Joaquín Revuelta
29/10/2020
 Actualizado a 29/10/2020
El médico y escritor leonés Antonio Martínez Llamas el pasado martes en la redacción de La Nueva Cronica con su última publicación ‘Peleagonzalo’.
El médico y escritor leonés Antonio Martínez Llamas el pasado martes en la redacción de La Nueva Cronica con su última publicación ‘Peleagonzalo’.
El médico y escritor leonés Antonio Martínez Llamas regresa a la novela histórica tras el breve paréntesis que supuso ‘Blues en la habitación 143’ (Eolas Ediciones) con la publicación de ‘Peleagonzalo. La batalla de Toro. 1 de marzo de 1476’, que desde hace una semana se encuentra en las librerías editada de nuevo bajo el sello leonés de Héctor Escobar, una novela –aunque el autor prefiere el término de ensayo novelado– que tiene como episodio central la batalla de Toro que decidió el destino de las Españas y puso fin a la guerra de sucesión que durante más de diez años se libraba entre los partidarios de la legitimidad de Isabel, la futura reina Católica, y aquellos que defendían los derechos sucesorios de Juana la Beltraneja, hija incierta de Enrique IV el Impotente. Una novela que no es solo el pormenorizado relato, profusamente documentado, de un hecho de armas épico, sino que en la narración fluyen sentimientos, dudas, reflexiones, aciertos y culpabilidades; donde se analizan las consecuencias políticas de las decisiones de una Isabel en la encrucijada de su legitimidad y un Fernando que, pese a su juventud, ya destacaba como consumado estratega militar.

– Antes de entrar en materia me gustaría preguntarle, dada su doble condición de médico y escritor, si la situación que nos ha tocado vivir con la actual pandemia podría resultar un buen material para una novela y qué lectura en el pasado podría encontrar a lo que estamos viviendo.
– Hay una novela que es ‘La peste’, de Albert Camus, que tuvo un gran impacto en la década de los cincuenta. Primero quiero manifestar mi total perplejidad ante la situación. Yo mismo no encuentro explicación a tantos contagios. Cómo es posible que 1.400 millones de chinos no tienen la enfermedad. Eso epidemiológicamente no tiene explicación posible. Yo intento cuidarme, hago una vida más o menos libre de virus, en teoría, pero sé que me puedo contagiar. Yo creo que o los virólogos no saben casi nada de este virus o nos ocultan información. Yo estoy tan perplejo como tú o más.

– Con la anterior publicación, ‘Blues en la habitación 143’, nos sorprendió al alejarse de la novela histórica para construir un relato actual sobre una relación de pareja entre un hombre maduro y una mujer más joven. ¿Qué le impulsó a cambiar de registro y romper al menos temporalmente con esa línea histórica por la que es apreciado como literato? – Es verdad que hay mucha gente que me ubica en este género y la verdad es que cuando publiqué en Planeta, con Martínez Roca, estaban bastante contentos con el tipo de literatura que hacía. Conocí la historia real que relato en ‘Blues en la habitación 143’ –porque los personajes son reales y están caminando por León– y me pareció interesante. Aunque lógicamente varía de situaciones, quería trazar algo que es muy frecuente hoy en día como es una historia de amor entre un tipo de sesenta y tantos con una mujer de treinta y ocho. Pero lo quise hacer también como instrucción mía, para ver si era capaz de sacar adelante una novela de estas características y por supuesto que salió, cómo no.     – ¿El tipo de lenguaje utilizado en ‘Blues en la habitación 143’ varía mucho del que suele aplicar cuando se trata de historias y personajes que pertenecen a otra época histórica? – Yo tengo un punto de vista que no lo comparten muchos escritores, un punto de vista que para mí es dogmático absolutamente. Cuando escribes novela histórica hay que hacer una novela que refleje la época, que refleje en cierta medida aunque adaptes algún diálogo de la época actual, y ser absolutamente respetuoso con lo que sabemos. A mí no me interesan las distopías ni las ucronías, ni el inventar por inventar. En esta novela en concreto, ‘Peleagonzalo’, hay detrás mucho trabajo de investigación previo y además yo la defiendo porque trata de un momento crucial en la historia de España. Si esta batalla se pierde, evidentemente la repercusión sería inimaginable. Seguramente Isabel y Fernando, si no eran detenidos o apresados, tendrían que huir a Aragón, desapareceríamos del mapa porque seríamos Portugal. Y sin embargo siendo un momento histórico importantísimo, en los grandes tratados de Isabel y Fernando de la historia de España en muchas ocasiones grandes autores lo despachan con una línea. Yo conocía Toro y decidí empezar a investigar. Me he hecho la llanura de Peleagonzalo andando con mi mochila para ver el lugar donde se desplazaron los ejércitos, he visitado lugares, he leído decenas de libros, he revisado muchísimos documentos. Me siento satisfecho con esta novela, porque no hay otra en el mercado, la repercusión que tenga no la sé, pero sí que es cierto que he dado un paso, a mi modo de ver, importante.     – ¿A la hora de abordar una novela histórica basada en un episodio conocido y documentado, como es el caso de ‘Peleagonzalo’, le interesa más que haya mucha documentación al respecto y dejar volar menos su imaginación o su opción es buscar un equilibrio entre lo que refleja el documento y la ficción del literato?– Te has adelantado a lo que yo iba a decirte, curiosamente, lo cual me encanta que me hagas esta pregunta. Esta novela casi se puede decir que es un ensayo novelado. Todos los personajes son reales. No hay ningún personaje inventado en la novela. Todos son reales porque no había otro modo de enfrentarme a algo tan importante. Está contada en primera persona por Fernando en su lecho de muerte y recuerda lo que fue su vida centrada en su mayor parte en todos estos conflictos que van a derivar en la batalla de Peleagonzalo. Todos los datos son ciertos. Al final de la novela hay un ‘dramatis personae’ para ver quiénes eran los personajes y un glosario final porque hay ciertas palabras que conviene que el lector no necesite ir a Google o al diccionario para encontrarlas. Es un ensayo, porque en esta novela se sacan conclusiones. ¿Era Juana la Beltraneja legítima o ilegítima? ¿Isabel era una reina legítima o ilegítima? ¿Qué papel jugó Fernando? ¿Cómo se llegó a esta batalla?  ¿Por qué Alfonso V de Portugal invadió Castilla y León para quedarse con algo que ni remotamente pensaba? Y además algo muy curioso desde el punto de vista militar, una batalla nocturna que se desarrolló desde las siete de la tarde hasta las once de la noche del día 1 de marzo de 1476, una batalla corta, con no demasiados muertos pero muy sangrienta, porque hay que ponerse en la situación.– Tengo curiosidad en saber cómo se escribe una batalla. Todos las hemos visto en el cine, pero desde el punto de vista literario ¿cómo se hace?
– Voy a hablarte desde mi posición de escritor de novela histórica. Respetando todos los gustos, lógicamente, yo huyo de la fórmula de Posteguillo de narrar flechas que vuelan, espadazos que matan, gritos de dolor. Eso vende muy bien, pero todos sabemos cómo se mata a alguien. No es tan fácil matar a alguien con una espada. Aquí no se decapita a la gente desde un caballo, como hace Pérez Reverte con El Cid. Eso es imposible. Todos tenemos la imagen de las batallas a través de las películas y realmente no eran así. En mi caso recurro a escenas concretas, como decidir si se mata a los prisioneros portugueses o no, si se les tira al río Duero para que mueran ahogados. No puedo poner al rey Fernando dando espadazos a diestro y siniestro porque siempre va rodeado de su guardia personal. Prefiero entrar en el detalle, cómo él se siente cansado, frustrado en la batalla, solitario, escuchando los gritos de la gente llamando a sus madres. Y me siento muy satisfecho de haber logrado incluir por primera vez, porque apenas existe documentación al respecto, la única visita de la reina Isabel a León. Vino al final de 1475 para hacer que Alonso de Oblanca rindiera la plaza de León, que estaba a favor de Alfonso V el Africano, tres meses antes de la batalla. Cabalgó desde Valladolid veintiséis horas con dos postas, durmió en el Palacio de los Guzmanes, entonces en obras, y se volvió al día siguiente, consiguiendo que Alonso de Oblanca rindiera la ciudad. Ella no quería destruir León, cuyo asedio hubiera llevado meses, quería conservarla al igual que la ‘Pulchra Leonina’. Me parece un hecho sumamente interesante.  

– ¿Aquella fue una batalla de victoria incierta o existía desequilibrio entre ambos ejércitos combatientes?
– Había un equilibrio en cuanto a número de hombres. El ejército de Alfonso V de Portugal, que se desposó con Juana la Beltraneja, una chica de catorce años, sobrina de él, para decir que era el rey y la reina legítimos de Castilla y León y no Isabel y Fernando, cruzó la frontera con 25.000 hombres. Era un ejército profesionalizado, con impedimenta, mujeres, prostitutas, cocineros... Isabel y Fernando eran dos reyes con muy poca base económica. Apenas aportaron cada uno 2.500 hombres. Todo lo demás fue conseguir que el Cardenal Mendoza, el Conde de Benavente, Alonso Enriquez de Quiñones, el Duque de Alba aportaran ejército. Y todos juntos reunieron también unos 25.000 hombres, pero muy anárquicos. El ejército de Isabel y Fernando eran gente reclutada en las aldeas que iban con la promesa de cobrar unos cuantos maraberíes. Y allí estuvieron meses. El ejército de Portugal entró en mayo de 1475 y hasta el 1 de marzo de 1476 anduvo dando tumbos por Castilla y León. De hecho Isabel y Fernando tuvieron que licenciar a sus hombres en el verano de 1475 por la falta de dinero, de agua y de alimentos. En la novela hay un momento muy importante en el que los nobles le dicen a la reina cómo se le ocurre tal cosa. Luego hacen el reclutamiento ya definitivo al final de 1475, justo cuando ella viene a León, toman Burgos y consiguen reunirse. Es una novela tipo Ken Follet por el tamaño, porque es enorme todo lo que aconteció en aquellos poco meses.    

– ¿Qué papel jugó el poder eclesiástico en una batalla que decantó la victoria hacia el bando de Isabel y Fernando?
– Muy importante. En este caso la iglesia más potente representada por el Cardenal Mendoza se posicionó en el bando de Isabel y Fernando y aportó mucho dinero. De hecho la reina le encarga recaudar veinticinco millones de maraberíes. Como te dije todos los personajes son reales y todos los datos de la novela están contrastados. Cuando se dicen veinticinco millones de maraberíes fueron los que fueron, ahí no hay especulación. La familia de los Mendoza eran riquísimos. Para que te hagas una idea, la parte contraria a Isabel y Fernando, que se aliaron con Alfonso de Portugal, el famoso Marqués de Villena y el Arzobispo Carrillo, dos figuras muy importantes de la nobleza y el clero, tenían a su cargo hasta veinticinco castillos y setenta mil vasallos. Imagínate el poder que tenían. Lo que pasa es que la historia la han explicado de manera poco clara.    

– ¿Cómo va a ser la hoja de ruta de la novela en cuanto a presentaciones públicas dadas la actuales circunstancias derivadas de la pandemia?
– La novela ya se encuentra en las librerías desde la semana pasada. De momento no vamos a hacer la presentación habitual que hubiéramos realizado en condiciones normales, siempre con bastante asistencia de público. Aunque ahora no habría problemas en presentarlo en el Salón de los Reyes del Consistorio de San Marcelo, el aforo máximo permitido sería tan solo de treinta personas, por lo que no interesa. No tiene ningún sentido porque a lo mejor no van ni siquiera esos treinta por temor al contagio. Simplemente lo que haremos quizás, si el editor Héctor Escobar lo estima oportuno, es una firma protocolaria de ejemplares durante un par de tardes. Pero es algo que todavía no está decidido por parte de la Editorial Eolas Ediciones.
Lo más leído