24/09/2020
 Actualizado a 24/09/2020
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Los Beatles nacieron en San Cipriano del Condado. No, no me he vuelto majareta... ni se me va la olla más de lo habitual. En este pueblo de la ribera del Porma había un convento en el que se copió, en honor al abad Ikila (que llegó a ser obispo de León), el Antifonario Mozárabe que hoy está expuesto en la Catedral. Un Antifonario es una recopilación de los cánticos litúrgicos y éste que nos ocupa es, a su vez, una copia de uno mucho más antiguo, del siglo VII, en la época del rey visigodo Witiza (oscuro y tormentoso se presenta el reinado de Witiza...). Lo escribió Totmundo, abad del monasterio, posterior obispo de Salamanca. Según los expertos, el Códice leonés está considerado como la pieza más importante de la música occidental europea, ya que el texto puede considerarse la transcripción de la primera obra polifónica del mundo. Su influencia en la música posterior ha sido trascendental: toda la música posterior nació del Antifonario, de ahí mi primera afirmación, lo de la patria chica de los Beatles.

En estos días se han encontrado, definitivamente, los restos del antiguo monasterio fundado por San Fructuoso en tierras de Compludo. Éste monasterio fue el primero de la Hispania cristiana. También fue el primero de los que formaron la famosísima Tebaida. El santo toledano tuvo un gusto exquisito a la hora de encontrar un lugar dónde retirarse a orar. Ninguno mejor. El valle y sus pueblos, aún hoy, son un remanso de paz y de armonía, dónde los días pasan sin que nada logre perturbar la unión, eterna y pacífica, de los hombres con la naturaleza.

¿Por qué os cuento estas historias más viejas que maricastaña? Pues para recordaros que tendríamos que aprender a mirar las cosas con perspectiva, con la objetividad que debería dar el tiempo. Y para que sepamos que lo que hoy ocurre no es lo más importante que ha ocurrido en la historia. Todas las épocas tienen sus problemas, sus luchas, sus alegrías y ninguna puede arrogarse el «éste es el mejor momento de todos los tiempos». Además, nos olvidamos más a menudo de lo necesario de que la aventura humana es un fluir continuo de acontecimientos y de que lo que vivimos ahora sería impensable sin haber existido antes el abad Ikila o San Fructuoso. Basta darse una vuelta por el valle y ver la famosa Herrería que se construyó más o menos en la misma época del monasterio. Es, sin duda, digno de verse. De ahí a los altos hornos va un paso y los segundos no tendrían ningún sentido sin la primitiva invención de los monjes del santo, que lo habían aprendido en los libros de los griegos y de los romanos...

En esta temporada tan extraña y dolorosa muchos periódicos a nivel nacional han sacado artículos de viaje y gastronomía sobre el Bierzo. El último que he leído, en la Vanguardia (el periódico que desde su nacimiento apoya al poder que manda en cada momento) cuenta y no para sobre la riqueza de la comarca, sobre el mestizaje de sus tradiciones, sobre la excelsa calidad de sus vinos y sobre lo ricas que están las joyas de podemos comer en cualquiera de sus figones. Me alegra ver que gente extraña, alejada un mundo geográficamente de nosotros, se admire por lo que tenemos y, desgraciadamente, no sabemos apreciar. ¿Cuántos de los residentes en Sahagún o en Prioro, pongo por caso, conoce el valle de Compludo, o las pallozas de Balboa o de Aira da Pedra? ¿Cuántos de los leoneses capitalinos han visitado los pueblos que baña el Sil antes de abandonar nuestra provincia? Si lo hacéis, veréis el lago de Carucedo, para acercarse desde allí a Castoquilame o a Pombriego, dos de los pueblos más hermosos de nuestra tierra, y acabar en el Puente de Domingo Flórez, si es posible un día de mercado para poder comer una ración colmada de pulpo a feira y terminar bebiendo un chupito, o dos, de ‘cuturrús’. Esta excursión que os propongo os llevará no más de una hora y media en coche y, os lo aseguro, merecerá la pena; y más ahora que los árboles (y los hay por miles), están a punto de mudar el color de sus hojas, abriendo una paleta de colores absolutamente incomprensibles para cualquier pintor, por muy bueno que sea. Veréis a los castaños, a los nogales, a los madroños, como nunca antes os hubierais imaginado. Si buscáis un poco, encontraréis hasta alcornoques; de los de verdad, digo, no los que soléis ver caminando por las calles.

Está muy bien eso de conocer el ancho mundo, no lo discuto. Pero antes deberíamos de conocer lo que tenemos al lado de dónde vivimos y padecemos. Una provincia como la nuestra, con una historia que nunca se acaba de conocer y comprender, con unos paisajes tan diversos como increíbles, nunca pasa de moda. Pues eso...
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