Años de mayor cuantía

Tomás Sánchez Santiago nos brinda su testimonio de la que podría ser una biografía social compartida de las últimas décadas

Raquel de la Varga y Leticia Barrionuevo
08/08/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Tras conquistar el corazón de los leoneses, Sánchez vuelve con otra novela | R. DE LA VARGA Y L. BARRIONUEVO
Tras conquistar el corazón de los leoneses, Sánchez vuelve con otra novela | R. DE LA VARGA Y L. BARRIONUEVO
Si el nombre de Tomás Sánchez Santiago ha de ser metonimia de un espacio, sin duda debe ser Zamora. La Zamora de la posguerra de Calle Feria, del mundo del comercio y los ultramarinos que ya ha dado sus últimos coletazos. También es cierto que una pequeña capital de provincias como nuestra vecina limítrofe del sur en aquella época es francamente muy similar a nuestro León de aquella época, emanando el mismo olor a conservadurismo y a cerrado. Con esta novela Tomás conquistó el corazón de los leoneses que vieron en sus historias un trasunto de nuestro Barrio Húmedo de ayer, lleno de comercios con las trapas ya bajadas; y con el paso de los décadas, ejerciendo como docente y poeta en nuestra ciudad, ha terminado por convertirse en hijo adoptivo de la ciudad, por mucho que le pesen estas distinciones.

Sin embargo los verdaderos poetas –que no tienen por qué haber escrito ni un solo verso en toda su vida– poseen el don de relacionarse de otra forma con las cosas del mundo. Por suerte, Tomás es de los que han apostado por trasladar su divina gracia a la escritura, en verso y en prosa, pero fundamentalmente pasado todo ello por el tamiz y el ojo del poeta. Y sobre cuando llegó hace más de veinte años a León dedica uno de los pasajes de Años de mayor cuantía, una mezcla (como reza la cubierta) entre memoria y fábula en la que nos hace cómplices de los momentos vitales que le han hecho ser la persona que es: los hitos que nunca olvidamos y que realmente nos marcan, para otros anécdotas sin importancia y que poco tienen que ver con la convención de folletín del primer trabajo, el matrimonio o los hijos.

Se suele decir que a las cosas se ven mejor desde fuera que desde dentro, y esa es la sensación que da «el sermón del centrífugo», la especie de crónica que hace Tomás Sánchez Santiago de la ciudad (y sobre todo su periferia) en unas pocas páginas. Con la mirada extrañada del poeta, rápidamente percibe ciertas cualidades propias de las gentes y las calles de León, sobre todo palabras y nombres que aún ahora nos caracterizan: el fresquín del atardecer, las frontera invisible que es el Bernesga, separando el mundo ferroviario y periférico del corazón de la ciudad, «el olor azucarado de la humedad en muchos portales profundos y el olor a sudor viejo de los castaños del paseo de la Condesa». Tan bien radiografía la ciudad de León, desde «la topografía casi burlona (Papalaguinda), de esa trenza esparcida de obispos (Almarcha), cardenales (Landázuri), generales (Sanjurjo), héroes (de un alcázar), mártires (doce), que la espolvoreaba con una onomástica enigmática que dice a las claras sobre qué se asienta: sobre brillos de cruces y bayonetas».

Ya entonces siguió el consejo de un parroquiano de los bares del Crucero de vivir alejado del centro de la ciudad, formando parte de lo que somos pero no del todo, para no perder la perspectiva del que ve las cosas desde fuera. Y desde entonces es un vecino más en el Polígono X que se pasea observando las cosas pequeñas del barrio y del mundo como si fueran un símbolo de algo más grande. Es esa manera especial que tienen los poetas y los locos de ver y vivir en los márgenes, de vislumbrarlo todo con la clarividencia de los vates, empapándose de otredad sin perder la identidad híbrida de los que son de barrio y a la vez del mundo.

Datos prácticos

El narrador de Años de mayor cuantía llega a León en el verano de 1993. Durante este periodo estival sucedieron hitos que marcaron al León en el que hoy vivimos y seguro, contemplamos con nostalgia. En el ámbito de infraestructuras recordamos el planteamiento de la creación de tres parkings subterráneos ubicados en la Plaza de la Inmaculada, zona de Pícara Justina y barrio de San Claudio ante los altos niveles de ocupación de automóviles en el centro de la capital. Se expropiaron 300 parcelas de los municipios de León, San Andrés y Valverde del Camino, permitiendo la construcción del tramo de autovía desde la Plaza de Toros hasta la autopista Campomanes. En julio de 1993 se anunciaba la supresión del famoso y temerario paso a nivel ubicado en medio del barrio del Crucero.

A nivel empresarial, no podemos olvidar la sonada llegada del holding estadounidense Biomédica, que pretendía instalar su negocio en nuestra ciudad y que prometía un centenar de puestos de trabajo, inversiones y desarrollo económico a toda la provincia. También en el verano de 1993 la compañía Mercaleón, dedicada a la comercialización y distribución de productos alimentarios frescos, cumplía 3 meses de funcionamiento y ya contaba con un superávit de 7 millones de pesetas.

En el ámbito cultural y social hay que destacar el inicio de las catas arqueológicas en el casco antiguo de nuestra ciudad, obligando a las empresas constructoras a presentar un informe arqueológico antes de empezar cualquier obra. O la visita militar de los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía a León, con el objeto de presidir la entrega de despachos de los sargentos de la Primera Promoción de la Academia Básica del Aire.
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