23/01/2023
 Actualizado a 23/01/2023
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Con la sana intención de cumplir con el rito navideño, mi santa esposa se dirigió a una tienda de calzado deportivo para regalarme unas zapatillas. RAE: «Calzado especial que se usa para practicar ciertos deportes», entre otros, correr como toda la vida.

Pues bien, la responsable del establecimiento le preguntó: ¿Tu marido es ‘runner’? Mi santa recapacitó. Sé que mi marido ha pisado más de un charco en su vida, lo sé, pero… de ahí a aplastar ranas con sus alpargatas nuevas hay todo un trecho.

Una lengua tan rica como es el español, hablada por más de 580 millones de personas, no puede tener compartimentos estancos y debe ser permeable a otras culturas e idiomas, pero de ahí a convertirla en un contenedor atiborrado de anglicismos hay un largo recorrido que, en lo posible, debería tratar de evitarse.

Es bien cierto que el español ha recibido, de origen, diversas influencias: prerromano, árabe, griego y germánico, si bien las palabras que proceden del árabe constituyen la mayor aportación al léxico del español después del latín.

Pero es preocupante escuchar a un ilustre diputado, desde la sacrosanta tribuna del Congreso de los Diputados, decir que lo que ha dicho su adversario político es un ‘fake’…, ¡por no decir que es falso! Peor aún, si cabe, es escribir en redes sociales: me han dado muchos ‘likes’ a mi ‘post’. No, lo que han hecho es darle muchos me gusta a tu publicación o comentario, sin más. O bien el marketing, anglicismo muy extendido y enraizado en nuestra lengua, cuando hablamos de mercadotecnia o técnicas que mejoren la comercialización de un producto. Lo mismo ocurre con la revelación o el destripe… que algunos le llaman ‘spoiler’. No me olvido de las famosas ‘fake news’, noticias falsas, sin más aditivos, que, según la RAE, es dar información intencionadamente manipulada.

¿Esnobismo, postureo o rol de los ‘muy viajados’?

Salud.
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