Angelina la de Casasuertes

Angelina ha fallecido de manera inesperada, nada será igual en Casasuertes aunque queda el ejemplo de un ser extraordinario

Fulgencio Fernández
04/04/2021
 Actualizado a 04/04/2021
Angelina y Antonino, ‘los últimos de Casasuertes’. | REVISTA COMARCAL DE RIAÑO
Angelina y Antonino, ‘los últimos de Casasuertes’. | REVISTA COMARCAL DE RIAÑO
Las revistas comarcales –pocas quedan– se han convertido en un refugio impagable para quienes buscamos historias alejadas de la globalización, Google o el Telediario. Una de ellas es la Revista Comarcal Montaña de Riaño, que ya cumple bodas de platino en números. En ella aparecía un día (en el número 63) de la mano de Enrique Martínez la historia de Angelina y Antonino, los últimos habitantes de Casasuertes, con unas fotos que completaban el precioso reportaje.

Son de esas historias que, además de leer, sientes la necesidad de conocer. Y, sobre todo, Angelina te ganaba nada más franquear la puerta sin ningún recelo, contestando más que preguntando —bueno, sí preguntó una cosa, si no tomaría un café— y desvelando la historia de una vida de trabajadores de toda la vida... en ello seguían.

La misma revista riañesa esconde en su último número el disgusto: Angelina ha muerto, de manera inesperada, después de ir a atender a una vaca recién parida y donde debió sufrir algún golpe que, a la postre, le costó la vida sin poder llegar al hospital.

Angelina y Antonino eran la fidelidad absoluta a su pueblo. No estaban en Casasuertes obligados, ni mucho menos, las hijas insistían en llevarlos con ellas pero «no nos vemos en otra parte, donde mejor se está es en Casasuertes, aquí está nuestra vida y mientras nos valgamos». Y se valían bien. Angelina no paraba, no sabía estar sin hacer nada, atizaba la lumbre, iba con un cesto a por leña al leñero, miraba el puchero, te ofrecía un café —de puchero, claro—, encierra las gallinas,se preocupaba por el ganado y te daba conversación.

Y para ilustrar lo bien que se encuentra en Casasuertes cuenta que Calleja quiso llevarla a comer a Riaño y no fue. «Mejor en Casasuertes».

- ¿Quiere picar algo?; dice cuando va cogiendo confianza.
- ¿Hacéis matanza?
- Para qué, si no nos deja el médico comerla.

Era así. La sensatez hecha mujer.

Tan fiel a su tierra que no salió de ella jamás. Y como una metáfora de su vida, cuando la ambulancia iba a atravesar la presa de Riaño, camino de León, Angelina cerró los ojos para siempre.

Para siempre... su recuerdo.
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