24/02/2021
 Actualizado a 24/02/2021
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Desde el momento en que nos notificaron la crisis de salud que está diezmando la población, nos enclaustramos dócilmente y seguimos las improvisaciones del gobierno. Sólo eran unos «pocos casos», pero derivaron en la muerte generalizada. Mascarillas sí, mascarillas no. Los viejos sí, los jóvenes no. Vacunas sí, vacunas no. ¿Esta o aquella? Lo único bueno es que Illa ha dejado la silla –perdón por la rima– y se ha ido, con sus ‘expertos fantasmas’ a hacer daño a otra parte. Pero queda Simón, al que hemos visto en televisión hacer gracietas sobre la enfermedad. Una auténtica desvergüenza esta falta de respeto hacia las personas que han fallecido y las que tienen la muerte de cara.

El caso es que la gente está cansada. Sufrimos el disparate del gobierno y ahora nos tocan los de la Junta. (Respecto a ésta, muchos leoneses tenemos considerables reservas, pues su cometido, desde el inicio, ha sido cobrar tasas y poner cortapisas a la inversión en la periferia regional y una obsesión por centralizar todo en Valladolid).

Volviendo a Sánchez –que se está quitando– le deja a la Autonomía una cuota de poder. Y ésta, ni corta ni perezosa –es un decir– se pone a mandar. Una de cal y otra de arena. Nos encierra, por su cuenta y una vez más, compromete la economía provincial, sin perspectiva alguna. Una musiquilla que a mí me suena como «La Tarara, sí, no, depende...».

Tarde se hizo el cribado en León. Si, desde ese momento, se observó un límite en el número de contagios, cabe preguntarse cómo no se hizo antes y de quién fue la culpa ¿gobierno, Junta, yo, tú o aquél? Nadie sabe nada y la sensación es que se están dando palos de ciego. Pero hay más, porque la ruina económica, supone también la ruina vital de las personas. A los pacientes de enfermedades graves que por falta de atención fallecen ¿a qué lista los incorporamos?

Ante este drama, resulta frívolo plantear que vuelvan los bares y restaurantes, los gimnasios, los conciertos y todo lo que nos gusta. Aunque levanten la mano, el daño está hecho y la vida que llevábamos nunca va a ser la misma, pues el calendario ha seguido su curso implacable y el derrumbe es inminente. Aparte de las relaciones humanas; los amigos se distancian, la familia no se puede ni ver (en uno u otro sentido) y si te desplazas a algún lugar donde no seas conocido, te miran como si fueras Atila y su caballo. Los establecimientos que aún aguantan, volverán a abrir, pero con la misma certeza de continuidad que ofrece una ruleta rusa.

En España, como una nave que zozobra por la cuantía de políticos a bordo, los poderosos dicen: ¡Sálvese el que pueda! Lo que, en realidad quiere decir que se vacune el que pueda. Y así lo hacen. Para el resto, ya sabemos lo que ha pasado, desde el inicio de la plaga: Amagar y no dar.

Otro efecto, no menos grave, de este pequeño virus, ha sido el deterioro de las pautas sociales y el menoscabo de los principios y valores humanos. Para ésto no hay tratamiento. Acaso la cultura.

Pasaron los aplausos y la tontería en los balcones. Pero, con todo, si decides cantar, lo dicho: La Tarara. Que es la música que nos venden los que mandan.
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