Alfredo Álvarez: "No se escribe igual desde León que desde otro lugar"

Lleva casi 40 años viviendo en Madrid, donde dirigió la revista de la Casa de León, pero nunca olvida su infancia en Sariegos. Regresa con un libro de relatos, ‘Muchos años después’, editado por Mariposa

David Rubio
11/11/2020
 Actualizado a 11/11/2020
Alfredo Álvarez Álvarez, autor del libro de relatos ‘Muchos años después’.
Alfredo Álvarez Álvarez, autor del libro de relatos ‘Muchos años después’.
El presente trabajo de Alfredo Álvarez es un conjunto de relatos de muy distintas temáticas, desde distopías en universos futuristas a biografías apócrifas de personajes que le hubiera gustado conocer. En todos ellos, el autor leonés (de Sariegos) despliega sus recursos narrativos, que no son otra cosa que sus personales formas de mirar el mundo.

– ¿Cómo surgió la idea de publicar este libro?
– Desde la aparición de mi novela, ‘Las dos vidas de Isabel Tascón’, mis publicaciones se habían dirigido más hacia un público infantil y juvenil, con algún título de la saga del personaje ‘Pelayín’ y la novela ‘La princesa Micomico y el árbol de la luz’. Escribir relatos es algo que nunca he dejado de hacer, aunque no los publicara ya que forma parte de mi manera de entender la literatura.  

– ¿Son relatos escritos en una misma época o reúne aquí los escritos durante varios años?
– Los he escrito a lo largo de años, en distintos momentos y en distintas circunstancias personales, lo cual me parece singular porque creo que el resultado son miradas realizadas desde ópticas muy diferentes. Claro que yo sigo siendo la misma persona, naturalmente, pero al releerlos encuentro diversos estados de ánimo, un interés por según qué temas que varía en un momento o en otro aunque creo que la mayor parte de ellos, por no decir todos, tienen un elemento común, que es el humor, la sátira, la ironía y hasta, a veces, el esperpento. Esto lo captó muy acertadamente José María Merino en el prólogo que escribió para este libro.    

– ¿En qué se diferencian y en qué asemejan ‘Muchos años después’ y ‘La penumbra del amanecer’, su último libro de relatos’?
– Entre ambos hay mucha distancia, personal, creativa, incluso diría formativa. Se dice que el cuerpo humano renueva todas sus células aproximadamente cada diez años. Dando por hecho que el dato sea verdadero yo me habría renovado dos veces, lo cual no está nada mal y lo veo como algo especialmente fructífero por lo que tiene de evolución en lo personal, en la forma de expresarme y de pensar. ‘La penumbra del amanecer’ fue un conjunto de relatos escrito en unas circunstancias y con unas pulsiones distintas de ‘Muchos años después’. En el primero había un mayor acercamiento a lo que podríamos llamar los dramas, especialmente los de carácter rural. En este último el abanico de temáticas es mucho más amplio, las formas narrativas son más elaboradas y las miradas más diversas. Creo sin embargo que esto no tiene nada de especial sino que es lo natural de la vida. Tampoco como país somos el mismo hoy que hace veinte años.    

– ¿Qué le aporta el relato que no encuentra en la novela?
– Entiendo cada relato como una novela en miniatura. Me encuentro muy cómodo contando historias en cinco o diez folios, a veces quince. Posiblemente para algunos sean largas, quizá para otros sean cortas, el cuento es así. Un libro de relatos es como un disco en el que puedes encontrar quince o veinte temas, de los cuales tal vez un par de ellos te parezcan muy buenos, otros buenos, algunos normales e incluso alguno que no te dice nada. Esto es muy curioso porque cada lector de relatos tiene «su» realidad, de tal modo que a veces alguien te habla estupendamente de alguno de ellos y, a continuación, otra persona refiriéndose al mismo te asegura que no le ha removido nada en su interior. Esto me parece sorprendente y creador. Poder transmitir a otras personas sensaciones que casi siempre van más allá de tu intención es la magia de la literatura y la magia de la vida.

– ¿En qué momento sabe que nace un relato, que hay una idea que se puede desarrollar en forma de cuento?
– Un relato nace en cualquier momento y en el lugar más imprevisto, puede surgir de un retazo de conversación que oyes de pasada por la calle, de una secuencia de una película, de algo que estás leyendo, de un informativo o, simplemente, de que te despiertas por la noche y en esa especie de duermevela se asoma a tu mente. A mí me gusta estar atento porque desde que tienes el tema, o el esbozo de la historia, hasta que efectivamente está escrito y puedes leerlo pasan cosas como tu trabajo, tus relaciones personales, tu vida, en definitiva. Yo hace años que trabajo sobre un archivo en mi ordenador en el que voy anotando ideas. No todas llegan a convertirse en relatos e incluso algunas tienen que esperar meses, pero necesito tener la historia en la cabeza, un poco como decía Borges, que aseguraba que cuando decidía escribir un cuento conocía el principio y el final, con lo cual solo tenía que rellenar lo que había entre uno y otro. Creo que está muy bien definido el proceso de escritura de un relato.  

– ¿Qué presencia tiene León en tu literatura?
– En septiembre se han cumplido treinta y siete años desde que me fui a vivir a Madrid. León está presente en mi literatura y en mi vida. En Sariegos viví hasta los veintiséis años, lo que quiere decir que aquí he aprendido las cosas importantes de la existencia, las emociones primarias y todas las demás, por lo que llevo impresa dentro una forma de mirar el mundo que tiene mucho que ver con la manera como se mira desde León. Sin embargo, nunca sentí nostalgia viviendo fuera, tal vez porque venía cuando me apetecía y lo he hecho siempre con toda normalidad. Es decir, que he podido integrar de forma completamente natural dos espacios tan alejados en todos los sentidos como Madrid, con su ruido, su contaminación y sus maravillosas contradicciones y León, un espacio austero, a veces riguroso en exceso, pero empático y con una gran capacidad para conexión entre las personas.    

– ¿Y qué influencia ejercen los escritores leoneses, porque el libro está prologado por el académico José María Merino?
– Cualquier leonés que emplee una parte de su tiempo en escribir ficción sabe que forma parte de un universo encabezado por una serie de creadores de primer nivel. Personalmente lo considero una suerte, una buena jugada del destino. Creo que no se escribe igual desde León que desde otros lugares de España, posiblemente porque aquí el hecho de contar constituye en sí mismo una manera de entender el mundo. Muchas veces he podido deleitarme oyendo a hombres y mujeres del entorno rural contar historias personales que eran, por así decir, verdaderos relatos orales, narrados con verdaderas técnicas narrativas que surgen del inconsciente. Ignoro si en otros lugares de España se produce esta circunstancia, pero estoy convencido de ese manantial permanente de contadores ha estado en la base de la excelente profusión de escritores que da León y que, por suerte, no se detiene con el paso del tiempo. A José María Merino le debo el interés que se tomó por mi libro y el agradecimiento por su prólogo porque al fin y al cabo pone su aval en un libro que no es suyo. Lo considero un acto de generosidad.    

– ¿Cree que la pandemia y, sobre todo, el confinamiento, provocará que haya en los próximos meses un boom literario al encontrar todo el mundo más tiempo para la escritura?
– Por experiencia propia sé que el confinamiento ha provocado una enorme explosión creadora, pero pienso que nos encontramos en el principio de algo nuevo, una concepción del mundo que sin duda va a cambiar. La literatura no deja de ser una especie de manto que se superpone sobre la sociedad y toma su forma. El confinamiento ha reivindicado en cierta forma a los espíritus solitarios permitiéndoles que puedan dedicar su tiempo a aquello que más les gusta sin sentirse culpables. Creo que probablemente sí se puede producir un boom en la ficción literaria, solo cabe esperar que la calidad corra paralela a la cantidad.

– ¿Obligará la pandemia a replantearnos el concepto de ficción?
– Hoy todos somos más inseguros que hace un año. Salvo nuestros abuelos, nadie había vivido una convulsión con una repercusión social tan fuerte. Algunas de nuestras costumbres —entre ellas la forma de relacionarnos— se están modificando con rapidez. Se atisban importantes cambios en muchos sentidos. Esto necesariamente incidirá en todos los aspectos de la vida y la ficción es uno de ellos. Creo que, en conjunto, en todas las artes se va a hacer presente de alguna manera, lo cual no significa algo negativo. Simplemente necesitaremos adaptarnos en muy poco tiempo a nuevos hábitos que de otro modo hubiéramos asumido en años. Aún así, el mundo que asoma no lo veo peor que el que conocemos, quiero pensar que algo aprenderemos.    

– ¿Cuáles son los siguientes proyectos que tiene en cartera?
– En enero o febrero del próximo año aparecerá un libro que he traducido del francés, ‘El matriarcado’, de Paul Lafargue, en la editorial Altamarea. Se trata de un ensayo sobre el origen del matriarcado en las sociedades primitivas y su evolución al patriarcado y que me ha permitido seguir desarrollando mi faceta de traductor. Como solo me he ocupado de la traducción, me permito afirmar que es un libro sumamente interesante, de una gran actualidad y de una enorme potencia comunicadora. Además de eso he terminado durante el confinamiento un libro de relatos, que tendrá el título de ‘El camino del mar’ y estoy enfrascado en otro más básicamente porque, afortunadamente, hasta ahora el coronavirus me ha premiado con su indiferencia. Toco madera.
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